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442 ALEJANDRO DE VILLALMONTE ni el castigo tiene sentido ético ni menos religioso. Todo se debe a una transgresión, traspaso de los límites dentro de los cuales está implantado el ser humano. Lo expresan bien los términos griegos «hybris/tolma: insolencia, audacia, desmesura; contraria a la famosa norma de actuación que se les atribuye a los clásicos antiguos, como un apotegma: ¡nada excesivo! (ne quid nimis, medén ágan). Por otra parte, en todo el proceso está ausente la idea de libertad en el hom­ bre y en el agente que impone el castigo. En realidad el hombre pierde la edad de oro por una fatalidad, infortunio, desventura, mala suerte, según hemos dicho. En este sentido se llega, en realidad, a decir que el mal entró en el mundo por una fatalidad, por fuerza de un acontecimiento trágico. — Los teólogos también hacen responsable directo y primor­ dial al hombre de tanta miseria como abruma a la humanidad. Por eso, al querer profundizar en aquel comportamiento humano que «causa fue de innumerables males», como la ira de Aquiles, califi­ can tal comportamiento de «pecado» en el sentido religioso más denso de la palabra. Dan la impresión de tener un conocimiento acabado de la índole del primer individuo humano, su nombre propio, su situación de sublime grandeza, que explica la profundi­ dad de su caída y su influjo inmensamente nefasto que tuvo para toda la historia. Inmensidad del pecado que se revela sobre todo, según insiste san Agustín, en la inmensidad de los castigos impues­ tos por la justísima, aunque insondable decisión de Dios (Rm 9). Pero también en la inmensa grandeza intrínseca del pecador pri­ mero y de su primer pecado. — Sin embargo, el discurso de los teólogos cristianos, aunque repetido machaconamente durante siglos, no es nada convincente: 1) Todo trabajo de la razón humana (la de los filósofos y la de los teólogos) en el campo de la «teodicea», en el intento de «justificar» el comportamiento de Dios ante el hecho de la existencia del mal, puede darse por fracasado: «todo intento de defender la ‘inocencia de Dios ’ en el asunto del sufrimiento está condenada al fracaso * 30 30 P. R icoeur , Finitud y culpabilidad, p. 671. Para el aspecto filosófico del pro­ blema puede verse el librito de Kant Sobre elfracaso de todo ensayo filosófico en la teodicea, Madrid: Complutense 1992. Desde la perspectiva de un teólogo, J. A. E stra ­ da , La imposible ortodoxia. La crisis de la fe en Dios, Madrid: Trotta 1997: «El peca-

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