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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA.. 437 na, su modo de actuar frente a los culpables, han sido trasladados, en forma unívoca y masiva, sin las debidas matizaciones, al modo como Dios ejerce, ha de ejercer su «justicia» con el hombre pecador. La justicia humana trabaja con la convicción de que no hay modo de restituir el orden quebrantado por el delincuente sino por me­ dio del castigo/pena, real o sustitutoria. El jurista romano cristiano Tertuliano aplicó este procedimiento al campo de lo religioso. Tam­ bién aquí tiene vigencia», según él, el axioma: o satisfacción o casti­ go (aut satisfactio aut poena). El peligro de «juridización» de la vida teologal/religiosa de relación con Dios es palmario y, durante siglos, no ha sido superado en la teología latina. Pero incluso dentro de la filosofía del derecho, al querer dar una explicación sobre la racionalidad del castigo impuesto al delin­ cuente, este procedimiento, basado en el mito de la pena, es discu­ tible. Porque aceptemos que el acusado haya hecho el mal transgre­ diendo la ley en el ejercicio abusivo de su libertad. No se ve del todo claro cómo imponiendo al culpable un sufrimiento y, por ende, forzando su libertad, pueda restituirse un orden ético. Parece que quien libremente quebrantó un orden social haya de restablecerlo voluntariamente y no por la fuerza del castigo. No dar motivo para pensar que se quiere superar el mal moral con otro mal, de nivel físico. O bien que la imposición de penas sea, en el fondo, un ejer­ cicio de venganza legalizada. Pero, dejando el campo de la justicia humana, lo que sí parece estridente e inaceptable es querer aplicar los postulados del mito de la pena al ejercicio de la justicia divina respecto del pecador. Es decir, se cuestiona radicalmente la legitimidad de pasar del campo jurídico al campo de la ética y, sobre todo, al campo de la religión en el modo de explicar el ejercicio de la justicia divina. Recogemos un texto de Ricoeur referente a este problema. Ha señalado en su ponencia las diversas aporías que el mito de la pena arrastra en su propio campo como mito y en el campo del derecho. Y añade: «Si ahora —cuarta aporía— nos volvemos hacia la esfera propiamente religiosa, la aporía de la pena se torna particularmente insoportable. Porque no se trata ya de la sacralización del derecho, lo que pone en cuestión, sino la juridización de lo sagrado. La misma proximidad entre lo sagrado y lo jurídico, cuyos efectos en el plano de lo penal acabamos de considerar, se presenta en orden

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