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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA... 431 En esta misma dirección podemos aducir estas consideraciones del teólogo y psicoanalista J.-M. Pohier. Hablando del tema de la ‘culpabilidad, del pecado, el mal y la muerte’, se pregunta sobre «cuál es el lugar exacto del pecado en la economía cristiana de sal­ vación: «¿cuándo y por qué recurre la fe cristiana al pecado para dar cuenta de la condición humana y para interpretar la historia de la salvación? Resulta bastante interesante observar cómo espontánea­ mente se le imputa al pecado todo aquello que denota un funciona­ miento del universo o de la humanidad que no coincide con el deseo del hombre. Tal es el caso de la muerte en el sentido biológi­ co de la palabra; pero es también el caso de la miseria humana en general». La Biblia y la Tradición coinciden en la misma convicción: «si el hombre estaba sujeto a los males, era por culpa del pecado. Todo desorden en el hombre y en el mundo es un resultado del pecado. Pero ¿desorden en relación a qué? La muerte, la enferme­ dad, la desigualdad o la injusticia, la falta de armonía interior del hombre y la falta de armonía entre las cosas, las vicisitudes en el trabajo, del saber y del amor son, desde siempre, una experiencia que el hombre ha realizado de sí mismo. Al parecer, cuando quiere establecer esta experiencia en relación con Dios Padre, no caben para él más que dos soluciones: o bien atribuir su responsabilidad a Dios, o bien atribuírsela a sí mismo. En el primer caso, si se desea m ed ad , m u erte, fracaso— y la cu lp a, p o r otra. La inm u n ización contra la m an cha estab a p reñ ad a d e esp an to y terror. A ntes d e q u e n ad ie le acu se d irectam en te, el hombre se siente vagamente acusado como culpable del dolor del mundo; ésta es la im agen q u e presenta el h om b re en el origen d e su exp erien cia ética: im agen de un reo acu sad o falsam ente», Ibid., 275. Esta o b servació n d e R icoeu r o frece b u en tem a d e estu d io so b re la asociació n constante entre la creen cia en el PO y un sentim iento su b c o n sc ie n te , e x a c e rb a d o d e cu lp a b ilid ad , m u y com ú n en tre lo s q u e creen en el PO. Ver A. de V illalm onte, Cristianismo sin pecado original, p p. 307-315. T em a interesante para estu d iosos d e la p sicología d e la religión sería el hech o d e esa a so ­ ciación con tinu ada en los m itos y en los textos religiosos entre lo im puro, lo p ro fa­ no, la n u lidad y nada hum ana/creatural y el sentim iento insu p erab le d e cu lp a/p eca­ do. Sal 50, 7 d ice: «mira que en culpa nací y en pecado me concibió mi madre». Id eas sim ilares se encuentran en textos sum erios, segú n recoge Scharbert, o . c . Ten­ gam os en cuenta lo q u e d icen los exégetas que, en el A ntiguo Testam ento, la d esig­ n ación d e «pecado» en g lo b a los an teced entes, los actos elícitos y las con secu en cias, seg ú n ad vierte v o n Rad, o . c . San A gustín d ice q u e al castigo del p e c a d o hay q u e llam arle tam bién p ecad o . Lo m ism o a la co n cu p iscen cia, p o r ser hija d el p ecad o y m adre del p ecad o.

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