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430 ALEJANDRO DE VILLALMONTE personal, como en los niños (o en el personaje mítico del ‘justo’), a fin de que no se rompa la magia del mito de la pena ni la inexora ble ley del talión, hay que decir: los niños son pecadores, porque el ‘inocente’ (justo o niño) es, en realidad, pecador. De no serlo, no sufriría. Y ¿qué otro pecado puede tener el niño (y el ‘justo’) sino el pecado de su primer padre? Luego todo niño nace en pecado origi nal y por eso sufre. Es la conclusión enfática, retórica y ‘triunfalista’ de la argumentación agustiniana y tradicional que comentamos. Recogemos un texto de P. Ricoeur que delata la vigencia y, al propio tiempo, la inconsistencia del mito de la pena en todo el pro blema del PO: -El castigo procede inexorablemente de la mancha». «Esta conexión entre la mancha y el sufrimiento, vivida en estado de temor y temblor, pudo mantenerse con tanta mayor tenacidad cuan to que suministró por mucho tiempo un esquema de racionaliza ción, un primer esbozo de causalidad: si sufres, si fracasas, si enfer mas, si te mueres, es porque has pecado. Así, el valor sintomático que posee el sufrimiento para detectar la mancha (la culpa) se con vierte, de rechazo, en valor explicativo y etiológico del mal moral. Más aún, ya no sólo la razón sino la piedad se aferrará desespera damente a esta explicación del sufrimiento: si es cierto que los sufri mientos de los hombres se deben a su impureza ( su pecado), a su mancha, entonces Dios es inocente. Y de esta manera, el mundo del terror ético ha sido el depositario de una de las ‘racionalizacio nes’ más pertinaces del mal, del sufrimiento». «La ética empapaba la física del sufrimiento, mientras que el sufrimiento, a su vez, se carga de significado ético» ... «Según la concepción jurídica y penal de la vida, el sufrimiento debía ser efecto de la culpabilidad. Pero el sufri miento de los inocentes redujo a cenizas ese esquema de la retribu ción; el pecado y el sufrimiento están separados por un abismo de irracionalidad, entonces es cuando viene el sufrimiento del «Siervo doliente» a establecer la conexión entre el sufrimiento y el pecado, pero a nivel distinto del pecado»24. Es decir, a nivel de la entrega amorosa y del perdón gratuito, misericordioso. 24 P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad, Madrid: Taurus, 1969,. p. 274. «El castigo procede inexorablemente de la culpa». «Así pues, cuando el miedo a lo impuro domi nó a los hombres por su régimen de terror y de angustia, fue en la época anterior a esa crisis de la primera racionalización, a esa delimitación entre la desgracia —enfer-
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