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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA. 429 argumentación es la esencia del mito de la pena: todo sufrimiento humano es efecto de un castigo: de Dios, o del Destino. Esta teología d e la p en a se manifiesta del todo firme al final de la vida de Agustín, en su polémica con Julián de Eclana (a. 428-430). Pero la tenía ya bien asimilada él desde años antes, cuando escribió el libro Sobre el libre albedrío (a. 395-398). Allí se dice: «Como nadie puede estar exento de las leyes de Creador todopoderoso, el alma no puede menos de pagar lo que debe. O bien paga su deuda usan­ do bien de lo que ha recibido, o bien la paga perdiendo lo que no quiso usar bien. Por tanto, si no paga la deuda practicando la justi­ cia, la pagará sufriendo la miseria. En ambos casos suena la palabra deuda. Es una forma de expresar lo que dice el adagio: si no p a g a h a c ie n d o lo qu e debe, p a g a r á p a d e c ie n d o lo qu e d ebe. Estas dos cosas no están divididas por un intervalo de tiempo, como si duran­ te un tiempo no hiciera lo que debía, y en otro sufra lo que debe; a f i n d e qu e ni p o r un momento se en turbie la belleza d el universo, d e m odo qu e no exista en ella la f e a ld a d d el p e c a d o sin la belleza d e la venganza »23. En todo este problema opera, como seguridad radical y presu­ puesto indiscutido, esta convicción que podríamos calificar de atávi­ ca: culpa, pena, crimen, castigo, sufrimiento, delito son correlativos, marchan inseparables. Es decir, a toda transgresión de la ley (peca­ do) ha de seguir inexorable un castigo/pena. Y a la inversa, allí donde vemos un dolor, un sufrimiento, tenemos la señal clara de que previamente ha existido una culpa, una transgresión de alguna ley, de alguna costumbre, de algún tabú comunitario. El sufrimiento delata la existencia de pecado, como el humo delata la existencia de fuego. De esta forma podemos decir que el sufrimiento es el sacramento del pecado/culpa. Se aplicaría a escala universal lo que dice san Pablo: que el aguijón de la muerte es el pecado. La muer­ te como signo/símbolo expreso del pecado (sacramentum pecca- ti), como dicen otros textos teológicos. Allí donde vemos que ope­ ra La Muerte es que previamente ha obrado El Pecado. Por eso, allí donde vemos que una persona sufre, si seguimos la lógica del mito de la pena, habríamos de decir: sufre porque ha delinquido. Como decían los amigos del sufriente Job. Y si no se encuentra pecado 23 De Libero Arbitrio, III, c. XV, 44; PL 32, 292 s.

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