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426 ALEJANDRO DE VILLALMONTE escritor cristiano antiguo proponían. Si bien Orígenes, gran defensor de la libertad humana frente al determinismo y fatalismo de los gnós­ ticos, advertía que esta inestabilidad en la felicidad conseguida se debe a la labilidad metafísica de la voluntad de todo ser finito, a su limitación entitativa insuperable. Y no a la fatalidad, a la ley ciega e implacable del eterno retorno; o al castigo de Dios por algún pecado. La futilidad de la liberación, de la salvación ofrecida por los misterios, la filosofía, la gnosis la percibió bien san Pablo cuando proclama que cualquier oferta de salvación por parte de la sabiduría humana es ine­ ficaz. Sólo en la sabiduría de la Cruz ha puesto Dios la salvación uni­ versal. Y la sabiduría de la Cruz consiste en la praxis de la caridad. Una «supergnosis» que los sabios de este mundo no pueden alcanzar. Que se logra por la praxis del amor fraterno (ICor 13; ICor 1, 10-25). Estuvo muy acertado san Agustín al subrayar, como hemos visto, que la superioridad del cristianismo sobre los mitos y filosofí­ as estribaba precisamente aquí: en que ellos no ofrecían un Salva­ dor y el cristianismo sí ofrece un Mediador, Jesús. Y, para remediar la miseria humana, el que más ayuda no es el que habla de ella y del pecado con mayor profundidad, con rasgos más impresionantes, sino quien ofrece el camino de la liberación en forma más convin­ cente y efectiva. Lo que importa, en todo este problema sobre el origen del mal, es proclamar la necesidad absoluta del Salvador Jesús. Hablar de la miseria humana y del PO como originante de la misma será acertado y necesario en tanto en cuanto lo exija la recta proclamación de Cristo como Salvador universal. 3. EL MITO DE LA PENA COMO BASE ARGUMENTATIVA Los mitógrafos, los filósofos, los teólogos, para pasar desde la experiencia de tanta miseria humana a la existencia del «viejo peca­ do» como a su causa originante han utilizado, como apoyatura argu­ mentativa, el llamado mito de la pena. Quiere decirse que, en forma más o menos explícita, temática o atemática, han hecho uso de esta argumentación: tenemos la experiencia vivaz de la gran miseria humana. Pero nadie, con justicia y razonablemente, soporta una pena/sufrimiento si no es como castigo de alguna culpa, de algún pecado. A todo castigo precede un delito. Crimen y castigo son como el anverso y reverso de una misma moneda. A toda pena

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