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420 ALEJANDRO DE VILLALMONTE ser así, ¿cómo podían ser justamente castigados todos, incluidos los recién nacidos? No dejan de ser sorprendentes tanto el razonamien to como la última pregunta. Desde otro ángulo de visión, más níti damente teológico, para poder proclamar la universalidad, radicali- dad, sobreabundancia de la Cruz les parecía indispensable describir con trazos dramáticos y vivaces la grandeza del pecado , causante de tanta miseria y de la necesidad de salvación en la que el hombre se encuentra. Hasta llega a decir que la ofensa infinita del pecado exige una satisfacción infinita que sólo el Hijo de Dios puede ofre cer al Padre (san Anselmo). Así lo demanda el mito/teología de la pena que comentaremos más abajo. C) La pérdida / expulsión del paraíso Como consecuencia de aquel infortunado acontecimiento (fallo, error, fatalidad, desventura, culpa, pecado, según diversos relatos) la humanidad primera perdió su situación paradisíaca, se le acabó su ‘edad de oro’. El final de esta ‘edad de oro’ de que hablan los textos mitológicos no ocurrió por efecto de algún «pecado» en senti do teológico, según hemos indicado. En los mitos el decurso del cosmos y de la historia humana están sometidos a la ley de la eter na recirculación de todos los seres. A semejanza de cómo cada día sale y se pone el sol. O bien al modo del circular anual de las esta ciones. Por tanto, lo connatural y hasta inevitable es que la ‘edad de oro’ se acabe, y que venga la edad de barro. Pero de nuevo, en el girar de los seres, volverá otra nueva edad de oro. Así lo profeti zaban las sibilas y los poetas como Virgilio y Ovidio l6. Es la ley del eterno retorno de lo mismo, que dominaba la mente y las expresio nes culturales del hombre antiguo, anterior a la era cristiana. Es el cristianismo quien, progresivamente, ha introducido la visión evolu tiva, lineal, ascendente, procesual del cosmos y de la historia huma- 16 «Ya llega la última edad anunciada en los versos de la sibila de Cumas; ya empieza de nuevo una serie de grandes siglos-. Concluirá la Edad de Hierro y empe zará de nuevo otra Edad de Oro en el mundo entero. En el perenne fluir y retorno de los seres y acontecimientos «por segunda vez caerá sobre Troya el terrible Aqui- les»: V irgilio , Égloga IV. También el poeta romano, O vidio , habla de la primera edad, que era de oro. A ella siguen la edad de plata, de hierro y de barro: Metamorfosis I.
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