PS_NyG_2001v048n003p0401_0468

EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA.. 419 pecado en las almas en su existencia celeste. Porque el alma, como tal, es impecable, incorruptible física y moralmente 14. Queda reservado a los teólogos cristianos, a los creadores y mantenedores de la teoría del PO el hablar de «pecado», en el senti­ do más riguroso de la palabra, al hablar del motivo de la pérdida del paraíso. Y, por cierto, que el pecado de Adán era descrito como un pecado de inconmensurable, siniestra grandeza, tanto por razón de la excelencia sobrehumana del ‘pecador’, Adán, como por la inmensidad del castigo que mereció de parte del Dios justísimo. Sin duda todo este engrandecimiento del pecado adánico se debe a una preocupación y necesidad de hacer «teodicea»: de exculpar a Dios por la presencia universal de tanta miseria como abruma a la huma­ nidad. Era necesario ‘disculparle’ por haber impuesto un castigo tan descomunal y universal sobre la pobre raza humana. Para ello nece­ sitaban magnificar la figura de Adán y su pecado hasta las fronteras de los seres divinos 15. Y añadir que en Adán y con Adán habían pecado todos los seres humanos hasta el final de la historia. De no 14 No es posible encontrar en los mitos ni en los filósofos paganos un concep­ to de pecado homologable con el concepto que ofrece la Biblia y que perdura en la tradición judío-cristiana: pecado como ruptura de la Alianza, de la amistad-filiación con Dios. Falta en los paganos un concepto de libertad como propiedad metafísica del alma ante Dios y ante los demás hombres. Aunque cultivasen }a libertad como categoría social opuesta a la esclavitud. Es interesante ver cómo san Agustín, frente a los maniqueos que decían que el hombre peca necesariamente, defiende la liber­ tad basándose en el hecho de que Dios llama al hombre al arrepentimiento. Lo que no tendría sentido si el hombre no fuese responsable personal ante Dios. Si no hay libertad se perdería la belleza del arrepentimiento y del perdón. Contra Fortunatum, Disp. n. 21; PL 42, 101. Cont. Felicem, II, n. 8; CSEL, 25/2, 36. 15 Varios comentaristas, para describir la grandeza del pecado de Adán, recu­ rren a equiparar su comportamiento con el del rey de Tiro, lleno de arrogancia, des­ mesura y rebeldía directa contra Dios, según Ez 28. Como es conocido, san Agustín es reiterativo en ponderar la grandeza del pecado adánico como el mayor de todos los pecados humanos. Necesitaban engrandecer el pecado de Adán hasta el límite de lo inverosímil en un mero ser humano, a fin de justificar el castigo descomunal impuesto por Dios al protoparente y su descendientes por los siglos de los siglos. Sin embargo, por aquellos mismos días, el contrincante de Agustín, Julián de Eclana, tenía opinión más sobria sobre Adán y sobre su actuación. Lo califica de hombre * rudo, ignorante, sin experiencia, sin sentido moral y de ju sticia -. C. Jul. op. Imprf. VI, 23; PL 45, 1554. San Ireneo dice que Adán y Eva fueron creados en estado infantil. Una leyenda, que recoge san Agustín, contaba que Adán había sido creado con los ojos cerrados, como los cachorros de los perros.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz