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EL MITO, LA FILOSOFÍA, LA TEOLOGÍA, EL DOGMA. 413 cronológica, datable. Y, aunque ésta se mencione o suponga, ello sería siempre accidental, subsidiario, concomitante. Se trata más bien y siempre de una antecedencia/precedencia cualitativa, de calidad y dignidad. Porque el acontecimiento tenido por culposo y la consi­ guiente caída ocurren y se narran como ocurridos en un tiempo, en un espacio, en una «circunstancia vital», por personajes cualitativa­ mente distintos y distantes de nosotros. Lenguaje completamente tomado de los mitos. En los mitos y filosofías de matiz platónico es palmaria la ‘ante­ cedencia’ que describimos. Pero también en el tradicional «pecado original» de las Iglesias cristianas podemos apreciar los rasgos esen­ ciales de un «pecado antecedente», básica y estructuralmente asimila­ ble al que conocen los mitos y las filosofías sus precursoras. La ‘ante­ cedencia’ es, en parte, cronológica- temporal, ya que el hombre de Gén 2-3 era presentado como el individuo numérica y datablemente primero de la raza humana. Al menos así lo interpretaron los exége- tas cristianos hasta fecha reciente. Pero, sobre todo, su ‘anteceden­ cia/precedencia’ se basa en que tal pecado ocurre en un lugar, en un tiempo, en una circunstancia vital, por obra de un agente de nivel valorativo cualitativamente superior, como es el sublime Adán paradisíaco. Y si con el lexema «pecado original» nos referimos al pecado original «originado», aparece también con toda nitidez esta ‘antecedencia’: el PO está ya allí, al iniciarse la existencia personal de cada hombre: precedencia donde lo temporal/cronológico sería incidental. Pero que, sobre todo, posee una ‘antecedencia’ cualitati­ va. Es presentado por los teólogos, sus mantenedores, como raíz y fuente irrestañable de todo ulterior pecar humano. Contiene virtual­ mente todos los demás pecados, decían los escolásticos, y lo mantie­ nen hoy los protestantes con gran tesón. El PO es el pecado por excelencia. Porque es un «pecado perm an en te» (peccatum perma- nens). Una fuerza pecadora que domina al hombre todo a lo largo y profundo de su existencia terrenal.

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