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PECADO ORIGINAL. LA INTERPRETACIÓN DE SAN BUENAVENTURA 395 Sin embargo, la real fuente de inspiración de la hamartiología bonaventuriana es Alejandro de Hales y la Escuela Franciscana de París, que, asumiendo como tesis principal de la idea anselmiana de la pérdida de la rectitud, invierte el planteamiento que Pedro Lombardo propone y que parece haber asumido de la Escuela de Anselmo de Laon. En sucesivos estudios habrá que abordar la hamartiología de los primeros maestros franciscanos de París, Ale­ jandro de Hales, Juan de la Rochelle y la Summ a H álen se , Odo Rigaldi, como las fuentes inspiradores y constructivas del pensa­ miento bonaventuriano. Al final de este excursus hay que reconocer que la teología bonaventuriana del pecado original, entendido éste como nuditas vel ca r en tia iustitiae d eb ita e , es la real aplicación de la ontología del mal, tal como se ha recibido en la tradición platónica, cristaliza­ da en san Agustín y en neoplatonismo cristiano. En el tema de la hamartiología se trata del mal libremente elegido y, por consiguien­ te, de un mal culpable; pero, en el fondo, no viene a alterar la con­ cepción misma del mal, que es la que se proyecta sobre la concep­ ción del hombre caído. 6. PARA UNA VALORACIÓN CRÍTICA Hace ya mas de veinticinco años que A. de Villalmonte propo­ nía una eliminación de la figura de Adán dentro de la teología de san Buenaventura para poder devolverle a ésta el poderoso cristo- centrismo que se encuentra en sus páginas 293. Es innegable que Buenaventura ha concedido una importancia grande a la figura de Adán dentro de su teología y que esta importancia dada a la figura del primer hombre, considerada como una figura absolutamente his­ tórica, ha condicionado su sistematización teológica, en gran parte su soteriología y sobre todo la teología sacramentaría pensada desde las categorías de «medicina». La economía salvífica queda condicio­ nada desde los inicios de la revelación a la consumación escatológi- ca por el tema del pecado original, ya que el libro de la Escritura es 292 Cf. J. P lagnieux , «A ux sou rces...», 324-327. 293 Cf. A. de V illalmonte , «La teología de Adán...», 287-301

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