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320 FRANCISCO DE ASÍS CHAVERO BLANCO san Agustín más en un sentido histórico-crítico que sistemático 19. El centro de la teología de san Agustín no es realmente el tema del pecado original, que se puede decir que en él tiene un carácter sub sidiario. Si afirma su universalidad es para afirmar la universalidad de la redención de Cristo. Con ocasión de ésta se ocupa del peca do, porque su centro de interés está en la teología de la gracia, cuyo principio y fin es el in Domino gloriari20. La doctrina del pecado original tiene un carácter subsidiario 21. En toda la teología agustiniana del pecado original hay que destacar la idea de la imposible auto-redención del hombre, dado que, perdida en Adán la rectitud moral y la amistad con Dios, ésta no puede ser reconquistada, si no viene ofrecida como don, y la experiencia del desequilibrio de las pasiones no puede volver al pleno equilibrio interior con sola la voluntad humana. La demostra- 19 En realidad es una metodología de trabajo impuesta desde los años treinta del siglo xx, aunque quizás a mitad del siglo xx adquiriera verdadera ciudadanía. Cf. J. Pépin, «L’orientation actuelle des recherches augustiniennes», en Recherches de philosophie 2 (1956) 345-351; F. J. Tohonnard, «Les méthodes d’interpretion de la pensée augustiniennes», en Revue des études augustiniennes 5 (1959) 103-120. 20 Ésta es una de las claves de lectura de la teología agustiniana de la gracia. Cf. P.-M. Hombert, Gloria gratiae. Se glorifier en Dieu, principe et fin de la théolo gie augustinienne de la grâce (Collection des Études Augustiniennes. Série Antiqui té, 148), Paris, Institut d’Études Augustiniennes, 1996. Años antes e había visto esta misma clave interpretativa de la teología de san Agustín. Cf. A. T r a p è , S. Agostino. Introduzione... I, 42-50. 21 Una de las páginas centrales de la doctrina agustiniana del pecado es la controversia con Julián de Eclana. Son dos concepciones de la figura de Adán que se enfrentan, en cuanto que Julián de Eclana supone que el pecado en nada altera la naturaleza, aunque los vicios de los pecadores sean muchos. Ante los ojos de Agustín, Julián minimiza el pecado original. Cf. M. L a m b er ig t s , «Julien d’Éclane et Ausgustin d’Hippone. Deux conceptions d’Adam», en Augustiniana 40 (1990) 373- 410. En la polémica con Julián de Eclana hay que reconocer que Agustín acumula textos bíblicos no siempre con un sentido que hoy pudiéramos llamar crítico. Cf. A. d e V illa lm o n t e , «El pecado original en la polémica Agustín-Juliano de Ecla na», en La C iudad de Dios 200 (1987) 365-408. La teología de Adán, tan cultivada en el pensamiento del pasado, no puede ya pretender un apoyo fiable en la Escri tura. Cf. A. d e V illalm o n te , «Adán nunca fue inocente. Reflexión teológica sobre el estado de justicia original», en Naturaleza y Gracia 19 (1972) 3-82. Por otra parte, no deja de ser significativo el escaso relieve que al tema del pecado original dedi ca el Nuevo Testamento. Cf. A. d e V illa lm o n te , «El Nuevo Testamento, ¿conoce el pecado original?», en Naturaleza y Gracia 26 (1980) 167-248.
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