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380 FRANCISCO DE ASÍS CHAVERO BLANCO obscuratio. El concepto de incurvatio, que perfectamente puede ser leído en la clave teocéntrica, en la que san Buenaventura elabora la antropología, hablaría de un descentramiento del hombre, en cuen­ ta que supone apartarse de su propio centro que es Dios, dado que la pérdida de rectitud original supondría la pérdida de la orienta­ ción del hombre hacia Dios. Que en esta concepción de la concupiscencia haya vestigios de antropología platónica parece realmente indudable, sobre todo en la visión pesimista que hay de la carne; pero también en el tema de la actitud original es igualmente detectable, en cuanto que la figura teológica de Adán, el hombre primero, es una figura idealizada. La idea de concupiscencia puede evocar el tema platónico de las sor- des animae. El concepto de concupiscencia puede dar razón de la pecami- nosidad humana. La teología del pecado original, en su conjunto, permite a san Buenaventura dar razón de la presencia del mal en el mundo. Es el sentido global que tiene. La misma idea de transgre­ sión original da razón de la situación de miseria en que el hombre vive. Éste, diríamos, es el aspecto antropológico. San Buenaventura, con una idea que viene a ser casi un tópico de su época, habla de la deformación de la imagen original del hombre 237. El pecado original explica la condición pecaminosa del hombre y la situación de corrupción que se da al interior de la historia, situa­ ción de miseria que es un estado penal y culpable. La pecaminosidad es la situación de dificultad, la necesidad de ascenso y de progreso en la que el hombre se encuentra. La hamartiología bonaventuriana, como todas las hamartiologías antiguas, explica esta dificultad huma­ na en clave de pasado. En cierta manera, el Adán bonaventuriano recuerda al anthropos ideal del platonismo, a un hombre prototipo; pero creo que esta identificación no es del todo exacta, porque la figura teológica de Adán es encuadrada en el anuncio de una salva­ ción prometida, pensada como un ascenso a la plenitud de Dios y, aquí, el misterio de Cristo es la categoría decisiva y clave para desci- 237 Es el concepto de macula, que procede del lenguaje teológico de Esteban de Langton, asumido por Alejandro de Hales: «Nota quod originalem multiplicem sortitur nuncupationem. Dicitur enim macula in quantum deformat imaginem Dei», 2 Glossa d 30 n. 7(11, 287).

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