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PECADO ORIGINAL. LA INTERPRETACIÓN DE SAN BUENAVENTURA 379 ral en el hombre 231; por ello, es digna de tener en cuenta la mati- zación que hace de concupiscentia inmoderata et intensa como predominio de la carne sobre el espíritu 232, que se la pudiera hacer equivaler a una falta de armonía o, mejor, de armonización de los instintos del hombre. San Buenaventura da una importancia grande a la concupiscen­ cia carnal, sobre todo en la transmisión del pecado original, dado que la carne, en sentido estricto, sería el vehículo de transmisión del pecado original 233, no puede ser aplicado a la idea de concupiscen­ cia que encontramos en el contexto. El concepto de concupiscencia es relacionado con el concepto de carne que tiene un doble signifi­ cado: es el homo exterior, carnalis et sensualis, que incluye la carne junto con la potencia sensitiva del alma 234. Al ensayar san Buenaventura situar la concupiscencia dentro de las estructuras psicofísicas del hombre, la sitúa en la vis appetiti- va animae, bien sea en la vis bmtalis, bien en la vis rationalis. Esto correspondería a la concupiscencia como deseo inmoderado o inten­ so, según el sentido de la glosa a Rom 7, 9, identificable con la incli­ nación al mal 235; en este sentido sería una referencia psicológica y moral, aunque no se excluye la referencia de tipo sensual. La con­ cupiscencia está causaliter en el homo exterior; formaliter está en la racionalidad y sensualidad del hombre 236. La idea de concupis­ cencia vendría a traducir la desarmonía interna del hombre, que sería no sólo la permanente rebelión de la carne contra el espíritu, sino la dificultad de armonizar al espíritu humano consigo mismo. En páginas anteriores he aludido a la idea de incurvatio y a los conceptos que se les puede considerar como paralelos: deformatio, 231 «Concupiscentia est secundum naturam», Summa Theologica I/IIae q 82 a 3 obj. 1, Madrid, BAC Maior, 1989, 643. 232 Cf. 2 Sent. d 30 a 2 q 1 concl. (II, 722). 233 Cf. 2 Sent. d 32 a 2 q 1 concl. (II, 766);d 31 a 2 q 1 concl. (II, 748); O. L o ttin , «Le péché originel d’apres Saint Albert...»,291-293; Psychologie et Mora- le..., IV, 224-227. 234 «Aliquando dicitur caro homo exterior, carnalis et sensualis; et sic compre- hendit carnem cum potentia animae sensitiva; et hoc modo proprie est subiectum carnalis concupiscentiae», 2 Sent. d 32 a 2 q 1 concl. (II, 766). 235 Cf. 2 Sent. d 32 a 2 q 1 concl. (II, 766). 236 Cf. 2 Sent. d 32 a 2 q 1 concl. (II, 766).

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