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PECADO ORIGINAL. LA INTERPRETACIÓN DE SAN BUENAVENTURA 317 el magisterio conciliar de la Iglesia o si se trata más bien de una doc­ trina auxiliar, para explicar el verdadero dogma de la universalidad de la redención y de la necesaria justificación del hombre 12. Por otra parte, en la teología actual quedan algunos flecos suel­ tos que no siempre son fáciles de anudar. La comprensión del peca­ do original como expresión de la incapacidad soteriológica del hombre parece un tema sencillamente redundante, dado que tal incapacidad se la puede ver incluida en la concepción misma del hombre como criatura 13. El hombre es espíritu y como tal abierto al horizonte del infinito, a la transcendencia de Dios y llamado 12 Trento parece presentar el tema del pecado original como una doctrina auxiliar del gran tema teológico de la justificación. Cf. A. de V illalmonte , «¿Qué “ense­ ña” Trento...». El mismo autor reconoce que «El legado de Trento que debemos reci­ bir y transmitir, por nuestra parte, se cifra en esta fórmula repetida desde san Pablo y san Agustín: No desvirtuar la Cruz de Cristo = ne evacuetur Crux Christi. Dejar clara la verdad fundante de nuestra fe: la universalidad y sobreabundancia de la Redención de Cristo. La vertiente antropológica de este dogma cristológico es la afir­ mación de la incapacidad absoluta del hombre, para obtener, por sus propias ener­ gías, la Salvación: la vida eterna», Cristianismo sin pecado original, 94. De los seis cánones de Trento que tratan del pecado original, es importante el canon tercero, que afirma la absoluta necesidad de Cristo para la redención y para la remisión del pecado original, que el canon segundo reconoce como transmitido a todos. En reali­ dad, puede entenderse como la afirmación de la mediación universal de Cristo entre Dios y los hombre a quienes reconcilia con Dios en su sangre. Sin pretender caer en polémicas, siempre inútiles, creo que algunas afirmaciones vertidas sobre esta obra de Villalmonte son desproporcionadas e, incluso, injustas. Las apreciaciones de J. A. S ayés sobre este libro, vienen a desfigurar su contenido. Cf. «El pecado original en la última década (1991-1999)», en Burgense 41 (2000) 185-213; sobre V illamonte , pp. 199-205. 13 Creo que en la teología actual, al menos en el panorama español, no se ha llevado a cabo la deseada y necesaria renovación del tema del pecado original. Sobre todo en los manuales se sigue dependiendo, acaso en demasía, del viejo tema. La obra de J. I. G on zález F aus , Proyecto de hermano, Visión teológica del hombre (Presencia teológica, 40), Santander, Sal Terrae, 1987, presenta un serio avance en cuanto elimina la mítica figura de Adán, e intenta una versión actualizada del tema, pero sigue manteniendo una situación de pecado en la humanidad, anterior a toda decisión personal. Si se demitologiza el tema de Adán habría que haberlo llevado hasta las últimas consecuencias, poniendo en tela de juicio, todo lo que de Adán se ha seguido. L. F. L adaria parece que quiere mantener como tema obligado la refe­ rencia al tema del pecado original para hablar de la justificación del hombre, enmar­ cando la existencia humana en las coordenadas de pecado y gracia. Cf. Teología del pecado original y de la gracia (Sapientia Fidei, 10), Madrid, BAC, 1997.

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