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260 ANTONIO DE OTEIZA Qué sabios aquellos misioneros de la primera evangelización cuando, en el poblado que fundaban, reservaban un lugar para el imaginero, para el indígena capaz de imaginar; lugares que hoy lla­ maríamos «talleres de arte sacro», y así fue apareciendo en aquella plástica el sentimiento, lo popular, una hondura religiosa. Vivir en la naturaleza y a la vez cuánto desconocimiento de ella, no saber o no querer aprovecharse de todo aquello que nos ofrece su propio medio ambiental contra el calor, el frío, para una mejor acústica, sus mismos materiales para la construcción, y no tantos aparatos que de poco sirven, o nada, cuando el lugar está medio marginado. No se descubre en los posibles centros de investigación la voluntad para la solución de las urgencias de aquellos que más padecen. Será porque la pobreza no da dine­ ro ni beneficios. La cercanía que los antiguos tuvieron de la naturaleza está olvi­ dada por el nuevo invento, pero a la vez se hacen fundaciones y se entregan muchos dineros a esas regiones empobrecidas y les lleva­ mos nuestros mismos instrumentales, para así seguirlas dejando dependientes, coloniales. El artista religioso ha de estar metido en la vida, y doblemente por artista y por religioso. Es que tampoco el arte religioso es un lujo de privilegiados o para privilegiados, y menos de ostentación; es, más bien, algo que está al servicio del espíritu, que busca por encontrarlo. Pero ya, si esa vida espiritual estuviera en abundancia, enton­ ces, ¿para qué el arte sacro? Todo ello vendría ya a sobrar, a ser palabra innecesaria. A Francisco de Asís le preguntaron que en dónde tenía su con­ vento, y respondió, extendiendo sus brazos, señalando a lo redon­ do del horizonte, «que aquello era su claustro y su convento». Y a san Juan de la Cruz, al final de su vida, por toda imagine­ ría le bastaban dos astillas cruzadas. Pero si se quiere un espacio para el culto religioso y un encuen­ tro humano, saber que hay una piedra a manera de altar que se con­ vierte en centro de fe al que converge la atención de los fieles; y si

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