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246 JOSÉ LUIS LARRABE promover la legítima promoción de la mujer. Pero no nos resigne­ mos a que haga dejación de coser y bordar, aunque eso de cocinar y servir a la mesa es toda la familia la que ha de colaborar en común y comunidad. No falten en casa colchas y cubiertas, a lo mejor hechas en casa —ojalá— como demostración de arte de las amas de casa y para ornato y calentamiento (esto último cuando haga falta). EL UMBRAL «He aquí que estoy a la puerta llamando. Si alguno escucha mi voz y me abre, entraré y comeremos juntos. Al vencedor le haré sentarse junto a mí, sobre mi trono, como yo he vencido y me ha sentado mi Padre en su trono» (cf. Apoc 3, 20). La puerta de nuestra casa gira en un sentido u otro: entramos y salimos. Nuestras habita­ ciones tienen puerta de intimidad: también para orar, pensar o sim­ plemente ser: «essere soli a pregare, pensare, o solo essere» (p. 79). A veces ponemos señales de bienvenida en el umbral, en la puerta misma o a su pie. «Mi puerta está siempre abierta», dicen los generosos, y todos o casi todos en Navidad. «Abrid las puertas al Redentor», está diciendo y clamando el Papa en la dinámica de la nueva evangelización. «Abrid las puertas del corazón a Dios», se nos dice en ejercicios espirituales y homilías. «Dios entra si se le invita», hay que decir a toda persona adulta. Una pregunta: ¿Qué objetos de tu casa significan bienvenida a personas que llegan de fuera? LA BATA Contribuye a hacer entrañable la vida de familia, sobre todo en determinadas horas de la mañana y de la noche. Y no sólo para ver plácidamente la televisión, sino también —ojalá— para leer tranqui­ lamente un libro (y luego otro...). Hay batas cálidas y acogedoras (para las frías noches de invierno). Y ponte luego a meditar de qué manera Dios te acoge y te envuelve de forma entrañable. Medita los modos en que dios te envuelve con su amor. ¿A quiénes has envuel­ to en tu cuidado, cariño y amor, aunque no sean de los tuyos?

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