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HACER EJERCICIOS ESPIRITUALES EN CASA 245 para descubrir que cada miembro de la familia es único en impor­ tancia y, a la vez, no está solo. La mesa y la comida en común con­ tribuyen para conocernos y amarnos más, reconociendo la dignidad de cada uno. Compartimos también nuestros dolores, problemas y proyectos. Y en medio está el Señor como en la escena de Emaús, que nos ha servido de base. La comensalidad con el Señor sigue estando ofrecida: en mesa y misa. A su vez, la amistad es condición previa y efecto de la comensalidad. «Familia que come unida se mantiene unida». Al menos algunas veces —domingos, días señala­ dos— hay que comer juntos. El estrés de la familia moderna (entre estudios y trabajos no coincidentes en días y horas) hace que se hayan inventado los fast- fo o d . A veces resulta un triste espectáculo ver en cada esquina, comiendo a toda prisa porque muy pronto hay que llegar al trabajo o a clase. Por eso hay que cuidar bien familiarmente las comidas de domingo, de cumpleaños, de Navidad, de Pascua y demás efeméri­ des. Hay que salvar la familia también de esta manera. Invitar a Dios a la mesa, bendiciendo la mesa, es un lazo de unión más perfecta. En tres mil años de cultura religiosa del pan (que me tocó estudiar) di con una frase de bendición fácil y hermosa: «Bendito seas, Señor, por este pan. ¡Qué hermoso es!». Dicho esto, el padre de familia rompía el pan a trozos con las manos y daba a cada uno de los comensales, cuidando que hubiera una silla más para quien la nece­ sitara: «Un nuevo sitio disponed / para un amigo más, / un poquitín que os estrechéis / y se podrá sentar», dice la canción a d hoc. Resumen: ¿Cómo es tu comportamiento antes, en y después de la comida y cena? ¿Cómo se te ha revelado Dios al compartir? LO BORDADO (En casa) Hay cosas bellas a este respecto en el libro de los Proverbios en torno a la mujer hacendosa, y no pocos elogios a la mujer fuer­ te de la Biblia (Prov 31, 10-11.21-22). «Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará? Muy superior a las perlas es su valor. En ella confía el corazón de su marido... No teme la nieve para su familia porque todos los de su casa tienen vestidos dobles. Hace mantas [y cubier­ tas]; de lino y púrpura son sus vestidos». Seamos los primeros en

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