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HACER EJERCICIOS ESPIRITUALES EN CASA 243 tro tiempo. Dar pasos no es sólo un hecho físico, sino algo lleno de significado a nada que no sea superficial. Caminar para ir ¿a dónde?, ¿hacia quién? Para quien da pasos hacia ninguna parte, no viene mal que alguien te dirija y te aconseje. Se aprende a caminar muy temprano: hay padres que filman los primeros pasos de un hijo. Y los prote­ gen para que no caiga... Luego se camina bajo la propia responsa­ bilidad [!]. No se quieren dirigismos ni proteccionismos cuando se es adulto. Cada paso de cada mañana es como el primer paso de la vida. Somos responsables de nuestra andadura y hacia dónde la diri­ gimos. Junto a la libertad y responsabilidad de mis pasos necesito y deseo la ayuda de la gracia de Dios para que no termine donde yo no quisiera. A veces Dios aparece a mi lado, a mi favor, a través de amigos y conocidos, de maestros y sacerdotes. Dirigismo, no; ayuda prudente, sí. Dios da sus pasos a mi lado, a mi ritmo, pero sabiendo a dónde ir, qué pasos no debo dar y a dónde llevarme, «si me dejo». EL RELOJ Y EL TIEMPO PARA CADA COSA Así lo expresa el libro del Ec 3, 1-8: hay tiempo para cada cosa, para sembrar y recoger, para reír y llorar, trabajar y orar, etc. En cada casa hay más de un reloj que nos cuenta, a veces llamando la atención, de manera sonora, no ya los años, sino las horas, minutos y segundos. Así lo hace implacablemente. Son también sugerentes nuestras expresiones al respecto: per­ der el tiempo, ganar tiempo, buscar tiempo para algo, gastar el tiem­ po, a un jugador de fútbol se le castiga por pérdida de tiempo. Toma el tiempo necesario para orar, para hacer unos ejercicios espirituales y, en todo caso, hazlos en casa según este método: no hay por qué huir lejos de casa para encontrar a Dios. En nuestro mundo el factor tiempo es fundamental y eso en salud y enfermedad (el secreto de las ambulancias es ganar tiem­ po). El tiempo vale una eternidad: con el tiempo se edifica la casa de eternidad. Dios es abundante en tiempo: nadie se condenará «por falta de tiempo». El tiempo gastado con Dios es tiempo bien gasta­ do, bien invertido. ¿Cómo distribuyes, en qué proporción, las veinti­ cuatro horas del día? ¿Podrías distribuirlas mejor?

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