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206 JUAN JESÚS PINDADO USLÉ rentemente in c ap az d e ser positivamente identificado com o el p oeta en p erson a o con otro d eterm inado sujeto»1. Pensamos, sin embar­ go, que desde otro plano puede ser más o menos identificado y que, al intentarlo, se producen incluso dignas y apreciables grada­ ciones de distinto «interés» entre unos y otros textos poéticos. Y con este contradictorio planteamiento inicial para una lectura poética del franciscano-capuchino, empezamos justamente contrariando una de sus propuestas, la del poema «No preguntes por qué»8, cuando recomienda lo siguiente: No analices el verso y léelo otra vez. Si la rosa perfuma No preguntes por qué. Acaricia la luna, bebe en su redondel. Todas las cosas hablan tan sólo por su piel. La primera parte de este poema parece invitar al goce de las criaturas a través de su superficie y lo justifica ante una imposibili­ dad. Nadie descubre en n ada/lo íntimo del ser, para retomar la invi­ tación: Escucha el can to y c a lla /d eja a l agu a correr. El poeta, sin embargo, va también a contrariar su invitación seguidamente, no limitándose a «escuchar el canto». Por el contrario, lo que hace es añadir precisamente las siguientes preguntas: ¿Por qué el color y el trino y la duda y la fe, la esperanza que muere y vuelve a renacer? Más adelante veremos que esta situación de admirarse y el pro­ cedimiento de exaltar antes o a continuación la virtud o característi- 7 Gérald G enette , Fiction & Diction (Ithaca and London: Comell UP, 1993) 12. 8 Fermín de M ieza , El aire no tiene color, o. c., 41.

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