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DEL SUEÑO AL VUELO HACIA DIOS. 205 tico y aparente desaparece también referencialmente al poetizarse? Veamos la posible transformación que ocurre y alguna de las posi­ bles causas tanto a través del seguimiento de «declaraciones» del hablante lírico y del autor, pero no sin dejar de atender algunos aspectos de teoría que alcanzarán hasta rozar facetas de la relativa al misticismo, algo bien distinto del relativismo relacionado con los sistemas místicos 5. Pero el hablante lírico no es infrecuente que dis­ tinga en sus versos entre el hombre y el poeta. Lo hace, por ejem­ plo, en el poema «¡Despierta!», cuando dicen que iban juntos, y mati­ za seguidamente que «el poeta era el hombre» y quería para los dos la senda. Contrapone la búsqueda de soledad del hombre cansado a la del «buscador de bellezas», extrapolando esa cualidad a todos para realizar un magnífico contraste de la redención vencedora del cansancio, que logra olvidar ante el saludo de las cosas pequeñitas que salieron a la vera del camino 6. Lo anterior puede generar críticamente el equívoco de no dife­ renciar suficientemente, como hace Genette, en cambio, entre ese yo lírico —con sus auténticos actos de habla— aunque todavía lo vea «como fuente indeterminada», pues afirma que ese «yo» es «inhe- de una relación personal con Dios que, como Jeffreis, nunca consiguió. Finalmente, sin embargo, además de separar entre la tradición monista (la Cristiana) y la teísta, aclara que se impone una distinción, sobre todo, entre la mística de los santos y las naturales o que Huxley denomina doumward experiences y de actos sub-humanos, puesto que no se pueden identificar todas las experiencias preternaturales. 200. 5 Hans H. P enner , «The Mystical Illusion», en Steven T. K atz (ed.), Mysticism an d Religious Traditions (Oxford: Oxford UP, 1983) 89-113. No considera ilusorias las declaraciones de los místicos, pero sí los sistemas creados, por lo que propone revertir las aproximaciones a priori o sin mediación, considerando que es el lengua­ je, no la experiencia mística, de lo que se dispone. Sostiene que, al haber existido tantos intentos de definición sin sujeto identificable, se ha reaccionado con el desa­ rrollo de estudios particulares, por lo que el término cubre muchas creencias y expe­ riencias al igual que ocurrió con el totemismo, considerado en su ocasión origen, base y fundación de la religión, habiéndose tomado la ruta alternativa de negarlo como tal para afirmar los particulares en distintos sistemas sociales. El resultado en ambos casos ha sido el de acabar contando con definiciones formales, pero sin refe­ rirse al contenido. El entendimiento de figuras salientes o semánticamente indepen­ dientes, como demuestra, por ejemplo, con las distintas interpretaciones de la rela­ ción yoga-casta del hinduismo, genera distorsión y revierte la tradición ascética del Este ante la continua búsqueda de la identidad individual occidental. 6 M ieza , El aire no tiene color (Santander: El Santo, 1999) 11.

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