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224 JUAN JESÚS PINDADO USLÉ No guardar dentro del pecho la alegría..., La alegría... sino dejarla cantar ; Porque es de todos y mía. No cumpliré mi destino de hombre, si cada día no la doy —pues se la debo — al que a mi lado camina. El intimismo ha dejado otras complacencias de superficie (no superficiales) y el diálogo. Véase la distancia respecto del poema «El mar, la mar»67 en el caso de cuando no puede vivir sin verlo, pero herido, le huele a mar el alma, y no se siente fijo ni se mantiene cier­ to, aunque, en intertextualidad de Gerardo Diego y Pepe Hierro 68, se aferra este poeta salmantino a referencias concretas de bahía y Santan­ der. Pese a que diga lo siguiente en el penúltimo verso del poema: Llámame a ti cuando me llegue el día y el alma embarque para no volver buscando otra soñada lejanía. Y el proceso es comparable, asimismo, con el bello pero más a ras de tierra estatuto de fe que señalaba con anterioridad, por ejem­ plo, en «¡Señor, yo creo!»69: Porque escuché tu nombre de los labios de mi madre, y unido al primer beso; Porque me diste hermanos y una casa... Señor, yo creo. Porque después, sentados a la mesa repartíamos pan y padrenuestro y aprendimos a amar tu Providencia... Señor, yo creo. 67 Mieza, El aire no tiene color, o. c., 107. 68 Arturo del V illar , Gerardo Diego y Pepe Hierro: sus vidas en la subida poé­ tica a La Montaña, intervención en la XIX Asamblea de ALDEEU celebrada en San­ tander, 2-4 de junio 1999. 69 M iez a , El aire no tiene color, o. c., 95.

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