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204 JUAN JESÚS PINDADO USLÉ to en la piedra un telegrama». En la presentación de la obra, fray Vicente Muñiz, catedrático de Filosofía de Lenguaje de la Pontificia de Salamanca, destaca la «periferia entretenida» de otra geografía poética, destacando que la estricta etimología de comunicar indica que lingüísticamente no es posible la soledad y cuando se habla nunca se está solo porque hay siempre quien escucha 3. Aunque el citado profesor marca la «recreación» de la poesía frente al control reconstructor incluso del lenguaje científico, lo hace antes de invitar al lector amigo a que se compenetre poéticamente con la inefable palabra que reserva «gozos y deleites sólo para los poetas». Pero ve conveniente recordar lo siguiente: «el mundo ya no es el mundo anecdótico y aparente sino otro mundo en plenitud de vida y sin horizontes temporales»^ . ¿Ese negado mundo anecdó- 3 Anita M. H a r t , «Poetry and Language: Intertextuality in the Works of José Ángel Valente», en Intertextuality in Literature and Film, Alaine D. C ancalon - Antoi- ne S pacagna (edits.) (Gainesville: University Press of Florida Gainesville, 1994) 76-77. Comenta el hilo unificador en la producción de Valente sobre la creación poética y los elementos intertextuales que revelan conexiones entre las ideas de Valente y muy diversos poetas, entre ellos san Juan de la Cruz y Mallarmé, para tratar los conceptos de poesía y expresión lingüística, señalando en el ensayo Conocimiento y Comuni­ cación que 4a poesía es un medio de conocimiento de la realidad ». En La piedra y el centro explica que la palabra del místico y del poeta «están preocupadas con los límites de experiencia y entendimiento, los límites del lenguaje y su extensión *, vien­ do al poeta como un buscador y un iluminador, y la palabra poética como algo que permite la manitestación o revelación de la verdad (77). 4 Aunque más adelante mencionaremos que el poeta se sitúa por lo menos ante las puertas de cierto misticismo, Thomas A. W illiams —siguiendo a W. T. S tace en su Misticismo y Poesía — nos recuerda en Mallarmé and The Language o f Mysti- cism (The University of Georgia Press, 1970) 3, que el fenómeno no se identifica por el credo sino p or la m isión y búsqueda del escondido sentido del caos de la irida, por lo que no es incomprensible incluso en el ateísmo». Otro autor, R. C. Z af . h - n er , en Mysticism Sacred a n d Profane (London - Oxford - New York: Oxford Uni­ versity Press, 1971) 51, llama también místicos a fenómenos de la experiencia de locura, como la de John Custance cuando sufrió, por prolongados períodos, manía aguda, o como las similares de Huxley bajo la influencia de la mezcalina. Ambas se oponen, por cierto, a las de Rimbaud, nacido y crecido en el catolicismo, pero vuel­ to contra la Iglesia y, sin embargo, incapaz de liberarse de las influencias de su infancia. De hecho este autor interpreta que el autor de Iluminaciones, loco en el mismo sentido que Blake lo estuviera, tuvo una vida diaria en la que no estaba un mundo de hechos objetivos, sino poblado de criaturas de su infancia pugnando por una realidad igual que la de los datos sensibles y visitado por el vehemente deseo

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