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220 JUAN JESÚS PINDADO USLÉ de tu carne. En la carne de ella, tu mujer, un hijo de ojos grandes. Ahora es para ti ya padre Dios en la flor que se abref en la espiga, en el sol, en la tarde, en el alba, en el nido, en la fruta, en tu sangre, en el lecho que junta tu carne con su carne... En el poema «A la madre»53, de la segunda persona se puede ver la rotundidad de pasar a la primera con la que el poeta realiza un pretérito contraste descriptivo (evocación) con el mismo acto enunciativo (creación) para llegar a esta conclusión: Duelen los días, ay, de niño hombre; como ayer en tu seno, hoy en tu nombre bendito, madre, vuelvo a descansar. Otro aspecto para la localización religiosa es la referencia a la muerte, según Ramsey, cuando recuerda que esperamos morir y debiéramos aprender a hacerlo bien, pues no lo ha dicho hace mucho tiempo el discurso religioso e incluso la poesía 54. Este tema lo trata el P. Mieza y está en el poema «Muerte amiga», del mencio­ nado libro En la escuela del día (el «mar sin límites», irremediable, que duele, aceptándola pero reconociendo el *gozo fuerte» de que no llegue la última hora...). Y está también en «Ante la tumba de mis padres»55, bella oración, de conformidad, esta segunda, ante la muerte por la fe. En los tres últimos versos de este poema se dirige, primero, a Dios, y luego, a ellos, para tornar de nuevo a la confia­ da, fundente, amorosa súplica: 53 El aire no tiene color, o. c., 99. 54 Contemporary Religious Poetry, o. c., 8. 55 M ie z a , En la escuela, o. c., 95 y de El aire no tiene color, o. c., 59.

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