PS_NyG_2001v048n001p0203_0230

216 JUAN JESÚS PINDADO USLÉ sin volar tan alto, cómo en el plano de la virtud Jonathan Edwards ha distinguido entre dos niveles de belleza (y, según Bergson, fuen­ tes de moralidad): la belleza «de acción», natural, secundaria —de armonía, proporción o uniformidad en variedad— y la de «disposi­ ción», alta, verdadera belleza divina40. Añade Edwards que la verda­ dera virtud es el amor a Dios —que consistirá en glorificarle— y al hombre principalmente consistirá en buscar su bien, unión y con­ formidad con Dios, amor a Dios y alegría en é l 41. Pero más que buscar distinciones y enlaces entre aspectos morales, religiosos y místicos atravesados por el lenguaje poético, pasemos a acompañar en su peregrinaje poético al P. Mieza en busca de esa respuesta, pero por otro camino. VA DE LAS CRIATURAS HACIA DIOS El espíritu religioso de la poesía miezana se declara expresa­ mente en Sólo el p o e ta y D ios42, cuando indica que todos los seres revivieron a su alrededor cuando salió al campo y ninguno era pequeño o ignorado. De hecho, reconoce una misión poética —y seguidamente religiosa— que expresa a través de la voz y del acto de enunciar: Cuando salió el poeta al campo dijo: «Yo», e hicieron corro alrededor las cosas hermanadas del sol. Nadie miraba como él miraba. Sólo el poeta y Dios. na. Creemos que la «respuesta poética» de Mieza partiendo de la fe es otra actitud con otro tipo de respuesta y que puede contribuir a enfrentar de otro modo las pos­ turas racionalistas. 40 Jonathan E dwards , The Nature of True Virtue (Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1961) vil, ix. 41 Ibid., x. 42 D e M ieza , En la escuela..., o. c., 54.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz