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EL PECADO DE INFIDELIDAD. SU RELACIÓN CON LA CONVERSIÓN... 89 versión a Dios la obligación también de aceptar la fe en ese primer instante del uso de razón? Si las cosas fueran así, ¿habría que deducir que, si alguien no se convirtió a Dios en ese primer instante del uso de razón, incurrió en el pecado de infidelidad por haber rechazado la fe? El Doctor Angélico no identifica la conversión a Dios y la acepta­ ción de la fe. Son dos actos diferentes. En consecuencia, no se sigue en modo alguno entonces que el acto de no convertirse a Dios impli­ que necesaria y automáticamente el rechazo de la fe. La obligación de convertirse a Dios en el instante primero del uso de razón se diri­ ge a los hombres todos; pero no llega a los hombres todos en ese momento el anuncio de la fe. Además, en el primer instante del uso de razón es posible hablar de una conversión a Dios meramente natural. En ella se compromete uno a hacer el bien y a evitar el mal. Puede decirse que el hombre se obliga en ese momento a progresar cada día más en la adquisición del bien. Por supuesto, esta conversión natural se realiza desde el conocimiento, al menos implícito, de la existencia de Dios; pero la misma no implica por necesidad el hecho de la justificación, la cual es de orden sobrenatural. Por las solas fuerzas de la naturaleza, heri­ da además por el pecado original, es incapaz el hombre de llegar a justificarse. Se precisa para ello la ayuda de Dios mediante la gracia que eleve al hombre al orden sobrenatural, y precisa además también la proposición de la fe cristiana; es decir, que se le diga al hombre que Dios es quien justifica. Por la fe es como se llega a obtener la justificación. Puede decirse entonces que en el momento de la con­ versión el hombre cree. Es la fe natural. Pero la fe cristiana le llega al hombre en el momento de la justificación. Ella es la que justifica. Báñez parece dar por supuesto que esta proposición de la fe cristiana se realiza de dos formas. A veces, es Dios mismo quien, misteriosa e interiormente, realiza esta proposición al hombre; pero lo normal es que lleguen los hombres a la fe gracias a la predicación exterior. Desde el primer instante del uso de razón queda uno obli­ gado a las normas de la ley natural. Si no las cumple, se convierte en pecador y será justamente castigado por Dios. De todas formas, se le juzgará entonces sólo desde la ley natural; es decir, si no hubie­ re oído exteriormente la predicación de la fe. Pero, por mucho que pecare, ha de reconocerse que el mismo no incurrirá, mientras sea verdaderamente ignorante de la fe cristiana, en el pecado de infideli-

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