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EL PECADO DE INFIDELIDAD. SU RELACIÓN CON LA CONVERSIÓN. 87 to de la fe, queda el mismo obligado ciertamente desde ese mismo momento a aceptada, de manera que si disintiera entonces o no la aceptara, no cabría hablar ya de infidelidad en sentido negativo. Se interpreta al menos entonces que el hombre se opone a la fe. De la misma manera, se interpreta también que el gobernador negligente de una nave quiere el hundimiento de la misma, si no ha puesto remedio cuando podía y estaba obligado a hacerlo. Así es precisa­ mente como ha de entenderse a santo Tomás cuando dice que la razón de infidelidad, que es pecado, se remata por algo que es opuesto a la fe; es decir, por una oposición formal, sea la misma expresa o se interprete como ta l55. De esta doctrina se deduce además lo impertinente que es para que la fidelidad sea pecado que tenga el hombre un error positivo y contrario de suyo a los ejemplos de la fe. Si un filósofo fuere guia­ do sólo desde la naturaleza y no hubiera oído algo de la fe, mante­ niendo entonces el error de la imposibilidad de que Dios fuera trino en las Personas, no cometería pecado de infidelidad. Es que no se opone voluntariamente a la fe. Nada ha oído sobre ella. Pero si uno propusiera a un gentil suficientemente que Dios es trino y uno, y suspendiera entonces el acto del entendimiento hasta el punto de no consentir ni disentir expresamente, pecaría de infidelidad por no recibir la fe y oponerse virtualmente a ella. Esto es así ciertamente, a pesar de no haber error alguno positivo en su mente 56. La ignorancia culpable, ¿es pecado siempre? La misma puede entenderse de dos maneras. La primera es cuando implica pena de pecado. La segunda es cuando lleva consigo una culpa especial. De la primera manera puede afirmarse que todos los que son igno­ rantes de la fe son culpables también, ya que, al menos por su culpa original, se hacen dignos de quedar abandonados por Dios en las tinieblas. Pero no son culpables todos por la ignorancia entendida como culpa especial. Cabe preguntar entonces si, siendo así las cosas, no los iluminaría Dios si hicieran lo que está de su parte mediante la observancia de la ley natural o proponiéndose guardar lo que está de su parte. Báñez indica que, como se oculta en este argumento la cule­ bra en la hierba, se ve obligado a distinguir antes de decidir. Si el 55 Cf. nota 18. 56 Cf. nota 19.

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