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84 IGNACIO JERICÓ BERMEJO mediante cierta iluminación sobrenatural de la mente que sea sufi­ ciente para mostrarle como creíble lo propuesto y que incline la voluntad para que quiera aceptar el objeto propuesto como verda­ dero y cierto, ya sea mediante la proposición divina de un objeto de manera tan eficaz que infunda al mismo tiempo la luz de la fe con la inclinación piadosa de la voluntad 43. Basta que la mente del hombre quede iluminada del primero de estos dos modos para que quede obligado a creer y sea condenado justamente por el pecado de infidelidad si no creyere. La prueba resi­ diría en que, si se requiriera para el cumplimiento de esta obligación que la mente quedara iluminada de la segunda manera, jamás peca­ ría el hombre más que mediante el abandono de la fe recibida una vez, lo cual es algo muy falso. Hay ciertamente muchos que serán condenados justamente por el pecado de infidelidad por no haber aceptado en ocasión alguna la fe. Esto es algo que concuerda con el dicho evangélico: «Predicad el Evangelio a toda criatura [...] el que no creyere se condenará» (Me 16, 15-16) 44. Pero ha de tenerse en cuenta a este respecto que no obliga Dios a lo imposible. Por supues­ to, constituye toda una imposibilidad que conozca el hombre con su luz natural su condición de hijo de la ira a causa del pecado original, así como que es Dios quien justifica al impío. Ambas son realidades tenidas por la sola fe. Por eso, con anterioridad a que tales verda­ des le sean reveladas al hombre sobrenaturalmente, o de que se le propongan por medio de un predicador idóneo con la ayuda interior de Dios por cierta inclinación sobrenatural, debe admitirse que no se dará en el mismo, por tal ignorancia, pecado de infidelidad. Al con­ trario, quedará excusado del todo por su ignorancia invencible 45. Antes de que quede iluminado el ser humano, o se le revele y se le proponga lo que ha de creer necesariamente, es imposible que quede obligado por ley alguna si no es la natural. Al no dictar ésta en modo alguno que Dios sea justificador del impío, habrá que reco­ nocer que no pecará de infidelidad si no cree dicha verdad, que­ dando más bien excusado. Es que la luz natural no dicta la necesi­ dad de buscar medios para vivir rectamente que se sitúen por 43 Cf. nota 22. 44 Cf. nota 23. 45 Cf. nota 16.

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