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80 IGNACIO JERICÓ BERMEJO esta infidelidad de la que se va a hablar aquí cuando se pregunte si estos infieles incurren además en el pecado de infidelidad por un comportamiento meramente negativo ante la fe, o si se requiere ade­ más que se opongan a la misma 28. LA CUESTIÓN Santo Tomás se opone en su doctrina a que el hombre peque de infidelidad cuando se comporta de manera meramente negativa ante la fe 29; pero es precisamente esta actitud del Aquinate la que lleva a preguntar si es posible compaginar esta aseveración con otras suyas, ya que parece seguirse la consecuencia de que no es necesa­ rio oponerse positivamente a la fe, ya que basta un comportamiento meramente negativo para con la misma. Santo Tomás defiende par­ ticularmente la opinión de que todo hombre está obligado a con ­ vertirse a Dios en el primer instante del uso de razón 30, y dice tam­ bién que no puede darse ignorancia invencible de derecho divino sobre lo necesario para salvarse 31. ¿No debía haber deducido de estas dos afirmaciones suyas que nadie queda excusado de infideli­ dad por el hecho de no haber escuchado la fe? A esta conclusión llegan autores posteriores al Aquinate, como Adriano de Utrecht, Gabriel Biel, Alejandro de Hales, Guillermo de Auxerre, Guillermo de París, Juan Gerson y Hugo de San Víctor 32. ¿Se olvidó acaso el Doctor Angélico de lo dicho por san Agustín de que no quedan excusados los simplemente ignorantes de la fe hasta el punto de no llegar a ser atormentados con el fuego eterno, si bien han de arder más suavemente? 33 A la hora de probar cómo se incurre en la infidelidad por un comportamiento meramente negativo ante la fe, y sin necesidad de oponerse formalmente a la misma, se parte de la obligación exis- 28 Cf. nota 7. 29 Cf. nota 11. 30 Cf. nota 7. 31 Cf. nota 10. 32 Cf. nota 11. 33 Cf. nota 10.

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