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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 15 El «deseo de matar» designa una enfermedad grave que le sobrevino inesperadamente a Moisés. Este incidente requería una explicación. Como todo lo que ocurría al hombre era una mani­ festación expresa de la voluntad divina sobre él la situación grave en la que Moisés se encontraba es atribuida a Yahvé. Séfora, la mujer de Moisés, escruta dicha voluntad y descubre la causa de la misma en que Moisés no estaba circuncidado. Como los madia- nitas no se circuncidaban antes del matrimonio, Moisés había retrasado dicho rito, siguiendo la costumbre aludida, e incluso había tenido ya dos hijos: Gerson y Eliecer. Pero las cosas no podían continuar así. Moisés era o iba a ser el fundador del pue­ blo de Dios. Era inadmisible que no estuviese circuncidado. De ahí el incidente. En esta línea nos mueve el hecho que Yahvé se aplacó cuando Séfora circuncidó a su hijo, a Gerson o a Eliecer (Éx 18, 4) y «arrojó el prepucio a sus pies» (los pies son un eufemismo que indica los genitales de Moisés). Sería una circuncisión «vicaria»: la del hijo debía suplir la del padre 8. La interpretación de Séfora se halla justificada desde la exigen­ cia impuesta por Dios a Abrahán para pertenecer al pueblo de la alianza (Gén 17, 13-14: «Todos, tanto los criados en casa como los comprados, se circuncidarán, y llevaréis en vuestra carne la señal de mi pacto por siempre; y el incircunciso que no circuncidare la carne de su prepucio, será borrado de su pueblo; rompió mi pacto»). Ahora bien, ni Moisés ni sus hijos estaban circuncidados... Por otra parte, en aquel momento, Moisés no podía ser circuncidado tenien­ do en cuenta la gravedad de la enfermedad que se había apoderado de él. La expresión «Esposo de sangre eres para mí» resulta enigmáti­ ca. Probablemente es una antigua fórmula que era pronunciada siem­ pre que se practicaba este rito. Mediante él se quería expresar que el circuncidado había lle­ gado a la mayoría de edad requerida para contraer matrimonio. Algo así como el certificado de aptitud para la transmisión de la vida. No olvidemos que la vida, al ser dada por Dios, introducía al 8 D. M. G. S ta lk er , «Exodus», en Peake’s Commentary on the Bible, p. 214; J. Guillén Torralba, «Éxodo», o. c., pp. 127-128.

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