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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 61 En algunos círculos se hablaba mucho de la Sagrada Escritura y muy poco o nada de la Sagrada Biblia. La Biblia es un concepto histórico-literario. La Sagrada Escritu­ ra nos sitúa en el plano teológico-dogmático-normativo o vivencial. Por eso puede hablarse con propiedad de una ciencia bíblica y puede aceptarse, con menos propiedad, el hablar de una ciencia de la sagrada Escritura 44. La utilización de los calificativos «bíblico-no bíblico», «acorde- discorde» con la Sagrada Escritura suponen cualitativamente hori­ zontes distintos. No puede haber expresiones acordes o discordes con la Biblia. Las posibles desavenencias que el lector pueda descu­ brir pueden ser coincidentes o divergentes con lo que dice el texto bíblico, pero en este caso las coincidencias o divergencias con lo que dice el texto bíblico estarán condicionadas por la recta com­ prensión del texto. Quedarán circunscritas al terreno literario. En el campo de la Sagrada Escritura es normal la coincidencia o divergen­ cia frente a ella. La Biblia nos ofrece una imagen del Dios antropo­ morfo, ginomorfo, del Dios de las tormentas, del Dios de la guerra y demás violencias. La Sagrada Escritura supone, por principio, la revisión de estos conceptos al trasladarlos al terreno de la relación de la palabra de Dios dirigida a los hombres. Hemos llegado así a la interferencia de la palabra de Dios dirigida a los hombres con la palabra de los hombres sobre Dios. El último documento oficial de la Iglesia La interpretación de la Biblia en la Iglesia (1993), magnífico, por cierto, siguiendo la línea de las grandes encíclicas bíblicas, la Providentissimus Deus y la D ivino A fflan te Spiritu, intenta aclarar la relación entre Biblia y Sagrada Escritura evocando el misterio de la Encarnación. Nos alegramos mucho de esta renovada insistencia. La comparación con la Encarnación es particularmente acertada y significativa. La d imensión de la divinidad no oscureció la de su humanidad en Jesús. Ni siquiera la de su prehistoria. La existencia terrena de Jesús no se define sólo a través de lugares y datos de com ienzos del siglo i en Judea y Galilea, sino también de sus raíces en la larga 44 G . G lo eg e , -Bibel. III Dogmatisch-, en Religion in Geschichte und Gegen­ wart I, col. 1141-1147.

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