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60 FELIPE F. RAMOS Dios. Porque así como abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así por Cristo abunda nuestra consolación. Pues si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salud; si somos consola­ dos, es por vuestro consuelo, que se muestra eficaz en la toleran­ cia de los mismos trabajos que nosotros padecemos; y es firme nuestra esperanza en vosotros, sabiendo que así como participas­ teis en nuestros padecimientos, así también participáis en los con­ suelos» (2Cor 1, 3-7). En estos testimonios se da a conocer toda la plenitud de lo que en el NT se halla incluido en el pensamiento de la personalidad de D ios43. EPÍLOGO: L a B iblia y la S ag rada E scritura La yuxtaposición de las dos expresiones aconseja cautela. Nos advierte de su relación inseparable, de su mutua inserción, de su profunda distinción. El inicio del estudio crítico de la Biblia hizo que apareciesen en escena estos diversos aspectos. Obligó a los estudiosos a establecer una distinción entre ellas. Había, al menos, dos aspectos que era necesario distinguir: el histórico y el dogmá­ tico. El primero convertía a la Biblia en palabra humana. El segun­ do la contemplaba como palabra de Dios, como Sagrada Escritura. Se establecía así una contraposición entre ellas. Pero la contraposi­ ción no siempre es perjudicial, puede ser provechosa. En nuestro caso, el beneficio resultaba innegable siempre que la contraposi­ ción no generase una dualidad disgregadora que las llevaría a la simple yuxtaposición. El problema se hallaba latente, e incluso más o menos patente, antes de que hiciesen su aparición los métodos histórico-críticos. La mentalidad general identificaba ambas expresiones. El pensa­ miento de la Biblia evocaba el de la Sagrada Escritura y viceversa. La una se hallaba insertada en la otra. Esto ocurría en el plano con­ ceptual. En el terreno del lenguaje se había introducido casi furtiva­ mente o, al menos, inconscientemente, la diferencia entre ellas. 43 E. S ta u ffe r, o . c ., pp. 111-112.