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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 11 Que Dios se pasease por el paraíso, que fabricase laboriosa­ mente del barro previamente trabajado con sus pies y manos, al esti­ lo del más entendido alfarero, un hombre al que infundió la vida mediante el soplo o la infusión del aliento en sus narices, que le proporcionase una compañera utilizando una de sus costillas mediante una operación quirúrgica realizada con anestesia y todo («hizo caer Yahvé sobre el hombre un profundo sopor»), que se diese cita con él todos los días al caer la tarde, una vez terminada la tarea que cada uno tenía que realizar, y después de haber remiti­ do el calor del día, que le busque a voces el día que no acudió a la cita vespertina y, al encontrarle, le dirija unos interrogantes compro­ metedores... no encaja en el marco de la historia tal como nosotros la entendemos, sino en un cuadro plástico de belleza difícilmente superable, en el marco de las relaciones entre Dios y el hombre. No creemos justificado renunciar a estos antropomorfismos por­ que se hallen situados en un tiempo anterior a la historia y no tengan nada que decir al tiempo presente 3. Al contrario. Pertenecen a lo más profundo de la historia de Dios con el hombre y se repiten constan­ temente. Lo que ocurrió entonces no ocurrió nunca en la forma des­ crita y ocurre siempre en las referencias existenciales de la misma. Se trata de describir la ruptura de la cuádruple armonía: entre el hombre y Dios, entre el hombre y el hombre, en el hombre consigo mismo y en el hombre con las cosas; y esta cuádaiple ruptura culmina en una amistad «humanamente» contada con una extraordinaria pedagogía. Uno de los relatos antropomórficos más extraños y significati­ vos nos lo ofrece la aparición de Yahvé representado por tres per­ sonajes misteriosos que pasan por delante de Abrahán en el encinar de Mambré (Gén 18, 1-16). Afortunadamente, en este caso, queda ya muy lejos la herejía literalista, según la cual, en el tres vidit et unum adoravit, «vio a tres y adoró a uno», teníamos la anticipación del misterio de la Santísima Trinidad: las tres personas y la única naturaleza. Así me fue explicado a mí, allá por los años de mi juven­ tud. Después me he consolado cuando descubrí que esta misma interpretación circulaba en los comentarios alemanes4. 3 W. E ichrodt, Theologie des Alten Testaments 2, Berlín 1950, p. 4. 4 G. von R a d , Das erste Buch Mose (c a p . 12, 1 0 -2 5 .1 8 ), en DAT, Góttingen 1952, p. 174.

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