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52 FELIPE F. RAMOS ria siguen unos procesos naturales que se hallan en la entraña misma de su ser. Dios es el último punto de referencia de cuanto hacemos, pensamos y deseamos. Como lo fue para Jesús de Nazaret a quien su Dios no ahorró nada de cuanto se opone al deseo del hombre, incluida su propia muerte. En su deferencia a la dignidad humana Dios puso al hombre al frente de su obra, lo convirtió en su delegado, en el gobernador de la creación. Eso es lo que significa la creación a su imagen y semejanza. Lo que se escapa a sus posibilidades de dirección y de control es debido a sus limitaciones y a la furia de la naturaleza descontrolada. Nunca a Dios. El título que estamos desarrollando nos habla de la valoración positiva de los antropomorfismos. Se da la circunstancia de que hasta ahora prácticamente no hemos dicho nada de la positividad de los antropomorfismos. Nos hemos deleitado casi morbosamente en la negatividad. La positividad la acentuaremos ahora destacando los puntos siguientes: 1.°) Los antropomorfismos son connaturales con una fe que ve a Dios desde el punto de vista de las acciones históricas y de la relación personalizada más que en términos de un poder natural o de un ser impersonal. Ya hemos dicho que Israel rechazó el zerio- morfismo de las religiones antiguas y tomó conciencia de que el lenguaje de la relación personal era mucho más adecuado para expresar su fe en Yahvé. 2.°) A él le son atribuidas las características de la personali­ dad: sabiduría, voluntad, finalidad, amor, enfado, angustia, odio, ale­ gría, celo... La relación del pacto con su pueblo están tomadas de imágenes de la vida política (rey, juez, pastor) o familiar (padre, esposo, pariente-vengador-redentor). Cuando el segundo Isaías pre­ senta a Yahvé como el Dios de Israel lo hace con el último de los términos mencionados: El «pariente» tenía la obligación de defender los derechos lesionados de otro miembro de la familia (Is 41, 14; 44, 24; 47, 4; Job 19, 25). En mayor o menor grado los antropomorfismos aparecen en todos los círculos y períodos del AT. Muchos de ellos tienen sola­ mente un significado metafórico, por ejemplo, las referencias a las manos, oídos, ojos, boca, dedos, pies. En múltiples ocasiones se afir­ ma mucho más ya que el AT, sin recurrir a las especulaciones meta-

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