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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 51 X. VALORACIÓN POSITIVA DE LOS ANTROPOMORFISMOS De entrada, y por principio, los antropomorfismos no nos gustan. Y menos aún hablar del Dios antropomorfo. Entonces es obligado preguntarnos por las causas de nuestra reserva entre el sustantivo y el calificativo mencionados. ¿Estará en que vemos en ellos un deterioro de la divinidad? ¿No rebajamos de categoría a Dios al introducirlo en el lenguaje con el que expresamos nues­ tros quehaceres, nuestros deseos y sentimientos, nuestra magna­ nimidad y la ruindad de nuestro corazón, nuestro egoísmo exclu­ yeme que quiere las cosas para uno mismo alejando de ellas a los demás? La causa más determinante de nuestra reserva es la primera de las mencionadas: «el deterioro de Dios», aunque no puedan ser eliminadas las demás causas mencionadas. Cuando hablamos ahora del deterioro de Dios partimos de una lamentable tergiver­ sación de lo que es Dios. Hablamos de nuestro Dios como de una propiedad particular. Y, naturalmente, que ésta se halla a nuestro servicio. Podemos utilizarla para dar pábulo a nuestro egoísmo, para remedio de nuestros males, para ocultar la vergüenza de nuestras acciones revistiéndolas con una generosidad hipócrita que podemos demostrar recurriendo a nuestra propiedad particu­ lar, para demostrar que somos superiores a los menos dotados, para alimento de nuestra soberbia... Lo más grave que nosotros podemos vincular al Dios antropo­ morfo es considerarlo a nuestro servicio, como nuestra propiedad particular. Es el hombre el que debe estar al servicio de Dios y de lo que Dios quiere. No es Dios el que debe estar al servicio del hombre y de lo que el hombre quiere. Siendo nuestra propiedad particular debe servirnos para evitar los accidentes, las muertes ines­ peradas, las desgracias irreparables, las tormentas y los fenómenos destructores de lo que el hombre ha hecho, de sus vidas, de sus casas, de sus ciudades, los sentimientos de gentes desalmadas que secuestran, roban, matan y organizan guerras como si de partidos de fútbol se tratara. Evidentemente que esta imagen del Dios antropomorfo y de los antropomorfismos utilizados para describirlo falsea en su misma raíz la verdadera imagen de Dios. La naturaleza y la histo-

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