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34 FELIPE F. RAMOS excluida de la divinidad por los pensadores y filósofos antiguos. «Dios jamás se encoleriza ni hace daño» (Cicerón). Sin descender ya a detalles vamos a mencionar lo que podría ser algo así como los principios generales de esta realidad cruenta. En el AT la ira d e D ios se ex tien d e so b re todo lo cread o , aunque, como es lógi­ co, unas veces afecte a unas cosas o personas y otras el destino sea distinto. A veces la ira de Dios es ir r a c io n a l y c a p r ic h o s a . El motivo que provoca más intensamente su irascibilidad es la a p o s ta s ía d e Israel. Su ira se manifiesta a través de catástrofes naturales, del hambre, de la peste, castigando a las grandes poten­ cias, como Asur y Babilonia... En una gran parte del AT el principio d e retribución vigente era pagar el mal con el mal. Resulta escandalosa la imagen del Dios ven­ gativo. Es inadmisible. En las reflexiones finales lo pondremos más explícitamente de relieve. La ley de la venganza era una ley sag ra­ da, com o en todo el antiguo Medio Oriente. La mayor parte del AT habla de la retribución divina negativamente. A diferencia del pen­ samiento griego, que ve la retribución en el bien mismo realizado, el israelita no valora la acción realizada por la entidad que tenga en sí misma, sino en cuanto que es el medio único para mantenerse en la alianza. La venganza como tal no tiene gran importancia en la Biblia, ni en el Antiguo ni en el NT. Para comprender algo que es incompren­ sible, como en el caso presente, la venganza es presentada hablan­ do de la «ira» (= orgé), ira de Dios o del hombre con los correspon­ dientes motivos que la justifican. No obstante, la existencia del vengador d e la sangre en el antiguo Israel hace que también Dios sea presentado realizando su función. Otro traspaso a Dios de una costumbre degradante del ser humano y que, trasladada a Dios, la convierte en execrable e inadmisible. El vengador de sangre, obliga­ do a dar muerte a aquel que haya matado a otro, cumplía con una ley de solidaridad en relación con la familia, con la sociedad e inclu­ so con la ley impuesta por Dios (Gén 9, 5-6). En tiempos de opresión, de esclavitud, de desesperación, Dios, el vindicador de Israel, debía convertirse en su vengador. Un con­ cepto que se halla incluido en su a c ción reden tora. Este contexto se convierte en atenuante del clamor de aquellos que acuden a Dios para que se convierta en su vengador (Jer 20, 12-13).

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