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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 31 En ellos se enfrentaron David y Goliat (ISam 17); en ellos tuvieron lugar las famosas hazañas de Sansón (Jue 13-16); en ellos persiguieron Saúl y Jonatán a los filisteos (ISam 14, 31); en el valle de Yarkón, donde se hallan ubicadas las ciudades filisteas Ebén, Ezer y Afee, que es donde tuvo lugar la guerra descrita en este pasaje (ISam 4, 1-22 y 6, 1-7.1), tiene lugar la derrota de Israel por los filisteos, la pérdida del arca de la alianza y, como consecuencia, los problemas que tuvie ron los filisteos por ello y su decisión de volverla a sus dueños. Las tropas de Israel sufrieron un descalabro inesperado. Enton ces sacaron al escenario bélico al Guerrero invencible, que era su Dios, simbolizado en el a r c a d e la a lian z a del Señor d e los ejérci tos (ISam 1, 3). Los filisteos encarcelaron al Guerrero, llevándose con ellos el «arca de la alianza». Estos relatos tienen una triple finali dad: eliminar la eficacia mágica de su fe en Yahvé como el guerrero invencible; demostrar que los dioses filisteos no eran superiores a Yahvé (de ahí los problemas que tuvieron) y preparar el cambio del régimen anfictiónico al monárquico. • Yahvé es presentado como e l gu errero inv en cib le en el Éxodo. Yahvé aparece no sólo como un valiente e invencible gue rrero. Su actitud es provocadora e inhumana, casi sádica. Y, ade más, es celebrada en un canto poético: «... precipitó en el mar los carros del faraón y su ejército...» (Éx 15, 3-7). ¿Qué ocurriría si enjui ciásemos las plagas —en las que incluso se afirma que Yahvé mató en una noche a todos los primogénitos, Éx 12, 29— , la aniquilación del ejército del faraón y su hundimiento en el mar desde la óptica de los egipcios? Yahvé fue salvador de unos a costa d e m asacrar a otros. Yahvé es el comandante en jefe que organiza y dirige las gue rras de Israel (Éx 14, 44ss.; Deut 1, 30; Jos 10, I4ss.); las guerras de Israel son las guerras de Yahvé (Núm 21, 14); la detención del sol por Josué (género literario poético) tenía como finalidad la vengan za de los israelitas sobre sus enemigos (Jos 10, 12-14: en un día nor mal no podían matar a cuantos deseaban). Nadie puede creer en un Dios con tales características. Más aún, es mejor que no exista. Y un Dios a s í ciertam en te no existe. Cien veces preferible que las diferencias interhumanas las resuelvan los afectados por el conflicto respectivo que exista una fuerza arrolla dora que actúa con absoluta p a r c ia lid a d a favor de una de las par tes contendientes y destruya a la contraria con su poder irresistible.
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