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DIOS A IMAGEN DEL HOMBRE 21 zón: «Y en verdad, tú eres mi esperanza desde el útero, mi seguro refugio desde el seno de mi madre. Desde el útero fui entregado a ti, desde que colgaba de los pechos de mi madre, tú eres mi Dios» (Sal 22, 10-11). Naturalmente que desde la poesía no pueden establecerse iden­ tificaciones; no obstante, la imaginería femenina encuentra su corres­ pondencia en la actividad divina: «No se ensoberbece, oh Yahvé, mi corazón, ni mis ojos son altaneros, no corro detrás de grandezas ni detrás de cosas demasiado altas para mí. Antes he reprimido mis deseos, como niño destetado de la madre, como niño destetado está mi alma» (Sal 131, 1-2). Junto al útero, el seno, el corazón, debe ser mencionado el tra­ bajo. El Sal 22, demasiado largo como para transcribirlo aquí, se halla sintetizado en la siguiente frase: De la Roca que te crió (= yalad, en hebreo), te olvidaste. Diste al olvido a Él, que te ha dado a luz (= jvl, en hebreo) (Deut 32, 18). El primero de los ver­ bos es aplicable a la madre y al padre (Prov 23, 22.25); el segundo describe sólo a la mujer en los dolores del parto (Is 51, 2: «Mirad a Abrahán, vuestro padre, y a Sara, que os parió en dolores (= tejole- lekem, tercera persona del singular femenino de la forma piel con sufijo de segunda persona de plural masculino, de jvl). Dios es como una mujer que lleva a Israel con trabajo. De modo parecido el segundo Isaías interpreta la destrucción de sus enemigos como «los dolores de parto de Dios». Y del trabajo divino surge una nueva creación: «Mucho tiempo callé, estuve en silencio, me contuve; como mujer en parto, gemía, susurraba y jadeaba» (Is 42, 14). En Job la metáfora ginomórfica es irónica: «¿De qué seno sale el hielo?, y la escarcha del cielo, ¿quién la engendra?» (Job 38, 29). Una mujer dando a luz no es comparable con el trabajo cósmi­ co de Dios. Esta analogía humana se refiere a la creación divina. Del seno divino brotó el hielo y la escarcha: «¿Quien cerró con puer­ tas el mar cuando impetuoso salía del seno, dándole yo las nubes por mantillas y los densos nublados por pañales, dándole yo la ley y poniéndole puertas y cerrojos? (Job 38, 8-9). A los trabajos-dolo­ res del parto va unida la gran alegría. Y Yahvé se identifica con este suceso: «¿Voy a abrir yo el seno materno para que no nazcan hijos?, dice Yahvé. ¿O voy a cerrarlo yo, que soy quien hace nacer?, dice tu Dios» (Is 66, 9).

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