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20 FELIPE F. RAMOS En el texto citado se sugiere una relación natural y espontánea entre lo divino y lo humano, en contraposición a la misma relación basada en la adopción, en el deber o en la ley. En ella se personifi­ ca el abrazo del amor íntimo de Dios. No obstante, esta analogía no restringe el amor de Dios a un atributo femenino. Mediante ella se establece el valor semántico a partir del cual surge una mayor ampli­ tud de significado: «Como un padre es benigno (= kerajem ) para con sus hijos, tan benigno (= rijam) es el Señor para los que le temen» (Sal 103, 13). Por tanto, la base literal del útero se convierte en una metáfora significativa del amor femenino y del masculino (comparar Gén 43, 30: la palabra aplicada a José ante la presencia de sus hermanos: «Apresuróse José a buscar donde llorar, pues se conmovieron sus entrañas a la vista de su hermano, y se entró en la cámara y allí lloró», y a la mujer que entregaba su hijo a la otra que afirmaba ser su madre, en el juicio salomónico, 1 Re 3, 26: «Enton­ ces la mujer cuyo era el niño vivo, dijo al rey, pues se le conmovían todas las entrañas por su hijo: ¡Oh, señor rey, dale a esa el niño, pero vivo, que no le maten!». Todos estos significados contribuyen a enal­ tecer el sentido de la gracia y de la compasión. El Dios ginomorfo es magnificado. Otras imágenes relacionadas con lo femenino ayudan a poner de relieve el significado que estamos estudiando. El Dios ginomór- fico destaca gracias a su presentación relacional. Se establece un paralelismo entre el Dios de los padres y el Dios Saday: «En el Dios de tu padre hallarás tu socorro. En El-Saday, que te bendecirá con bendiciones del cielo arriba, bendiciones del abismo abajo, bendi­ ciones del seno y de la matriz» (Gén 49, 25). Estos epítetos armo­ nizan los símbolos masculino y femenino. Algunos autores sostie­ nen que Saday originariamente significaba las entrañas, el corazón femenino; un significado que es conservado en el texto aducido. El Dios del corazón da la bendición del corazón. Y da lo contrario cuando los suyos le son infieles: «dales entrañas estériles y pechos enjutos» (Os 9, 14). En otras ocasiones la divinidad es ambas cosas, medio esposa y madre. Toma al recién nacido del seno o del útero y le da segu­ ridad colocándolo sobre el corazón o el pecho; se establece, a cambio, como una unidad del hijo con la madre desde el útero hasta que le contempla, extasiada, sobre sus pechos, sobre su cora-

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