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18 FELIPE F. RAMOS (Mi pueblo) y a vuestra hermana Rujama (Misericordia)... Y no ten­ dré piedad de sus hijos, porque son hijos de prostitución... Seré tu esposo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordia y piedades, y yo seré tu esposo en fidelidad, y tú reconocerás a Yahvé... Yo sembraré en la tierra para mí, y me com­ padeceré de Lo-Rujama, y diré a Lo-Ammí: ‘Tú eres mi pueblo’, y él me responderá: Tú, mi Dios’» (Os 2, 1.4.19-20.23-24). Jeremías intensifica el lenguaje en un poema lleno de imagine­ ría femenina: «Así dice Yahvé: Una voz se oye en Rama, lamentos, amargo llanto: Es Raquel, que llora a sus hijos y rehúsa consolarse de su pérdida. Así dice Yahvé: Cese tu voz de gemir, tus ojos de llo­ rar. Tendrán remedio tus penas. Tienes todavía una esperanza, pala­ bra de Yahvé, volverán los hijos a tu patria. Oigo a Efraim lamentar­ se: Tú me has castigado y yo recibí el castigo. Yo era como toro indómito: conviérteme, y yo me convertiré, pues tú eres Yahvé, mi Dios. Después de mi defección me he arrepentido; luego que entré en mí herime el muslo. Estoy confuso y avergonzado, llevo sobre mí el oprobio de mi mocedad. ¿No es Efraim mi hijo predilecto, mi niño mimado? Porque cuantas veces trato de amenazarle, me enter­ nece su memoria, se conmueven mis entrañas y no puedo menos de compadecerme de él, palabra de Yahvé. Ponte hitos, alza jalo­ nes, pon toda la atención en el camino; ya antes le recorriste. Vuel­ ve, virgen de Israel; retorna a tus ciudades. ¿Hasta cuándo has de andar titubeando, hija descarriada? Pues hará Dios una cosa nueva en la tierra. La mujer rodeará al varón» (Jer 31, 15-22). La lamentación de Raquel es la infraestructura de la palabra de Dios. En el v. 20 lo expresa utilizando la terminología propiamente femenina: después de «me enternece su memoria, se conmueven mis entrañas (= rajem arajemenu). Como Raquel se lamenta por la suerte que ha corrido el fruto de su vientre, así Yahvé siente un pro­ fundo dolor por lo ocurrido en la parte más íntima de su ser. Mien­ tras que la madre humana rehuye el consuelo, la madre divina cam­ bia la pesadumbre en favor-gracia: «y después de haberlos arrojado, tendré misericordia de ellos, y los haré volver cada uno a su pro­ piedad, cada uno a su tierra... Así dice Yahvé: He aquí que voy a restablecer los tabernáculos de Jacob y me compadeceré de sus tien­ das, y se reedificará la ciudad sobre su colina, y el palacio en su lugar anterior» (Jer 12, 15; 30, 18).

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