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BARTOLOMÉ ARAGÓN: ÚLTIMO INTERLOCUTOR DE UNAMUNO 845 el doctor salió, todo asustado, a buscar una medicina. 19) Que esa noche fue mucha gente al hotel a preguntarle por lo ocurrido, tanta que no quiso recibir a nadie más. 20) Que uno de los que fueron le dio la alarmante noticia de que la radio roja había difundido el cuen­ to de que Unamuno había sido envenenado. 21) Que con un susto espantoso escribió a máquina un informe sobre las circunstancias de la muerte de Unamuno, informe que entregó a alguien; y que aquella noche, desvelado, leyó el poema compuesto por Unamuno treinta años antes, en la nochevieja de 1906: «Es de noche, en mi estudio...»17. Lectura que le impresionó profundamente, y que nunca olvidaría 18. Reproduce a continuación el fragmento del prólogo de Los- certales en que se recogen, traducidas al inglés, las palabras esen­ ciales de la conversación entre Unamuno y Aragón 19. Helo aquí en la versión original española: «Hacía ya un año que Unamuno decaía físicamente y de ello tenía plena conciencia. Le oí decir muchas veces: ‘Yo moriré como mi mujer pero más deprisa, más deprisa’. Luego, el natural temor a la Muerte, le hizo enmascarar la conciencia de su proximidad con un rotundo: ‘Me encuentro mejor que nunca’. Estas fueron, precisamente, las palabras con que con­ testó al autor de este agudo libro el 31 de diciembre de 1936, a las cuatro y media de la tarde. Tras ellas sentóse a la camilla para comenzar el último de sus monólogos. «Amigo Aragón, le agradezco que no venga V. con la camisa azul, como lo hizo el último día, aunque veo que trae el yugo y las 17 Es probable, como apunta la autora, que el informe lo entregara esa misma noche a Ramos Loscertales. También lo es, en mi opinión, que fuera este profesor, prologuista de su libro donde incluyó ese poema, el que se lo dejara esa noche para que lo leyera. 18 Tirando de su libro se lo leyó a la autora en 1959 y al que esto escribe treinta y siete años después, en la víspera de la Navidad de 1996. Realmente, la lec­ tura de aquel poema premonitorio de la muerte de Unamuno, le hizo una impresión indeleble. El -valor dramático [de este poema] —escribe Manuel García Blanco— se acendra al recordar que treinta años más tarde, exactamente el mismo día, era ese su final» (M. G arcía B lanco , «Crónica unamuniana, 1937-1947», Cuadernos de la Cáte­ dra Miguel de Unamuno , I [1948] 105). 19 A este prólogo se remitió siempre don Bartolomé hasta el final de su vida. También para otros gozó de la máxima autoridad.

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