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844 ANTONIO HEREDIA SORIANO una vez más, invitándolo Unamuno a pasear. 6) Que al estallido de la guerra civil marchó al frente como soldado. 7) Que en diciembre del 36 fue llamado a Salamanca a examinar. 8) Que por esas fechas tenía redactada una memoria de su estancia en Italia, que algunos profesores le urgían a publicar. 9) Que sobre esa memoria versó su conversación con don Esteban Madruga, nuevo rector, aquella misma tarde del 31 de diciembre, tomando café en la Plaza Mayor. 10) Que sobre la publicación de su memoria esperaba hablar tam­ bién con don Miguel aquella tarde. 11) Que a pesar de que éste no recibía visitas por entonces, Aragón logró concertar la cita por telé­ fono a través de su hijo Rafael. 12) Que hacía mucho frío aquel día y que era la primera vez que iba a casa de Unamuno. 13) Que le abrió la puerta Aurelia, la sirvienta, y lo llevó hasta donde estaba sentado a la camilla, calentándose los pies en la habitación del fondo, delante de la ventana bajo la que había un jardín. 14) Que don Miguel le invitó a sentarse frente a él, e inició la conversación, que versó, entre otras cosas, sobre Ortega y Gasset. 15) Que por algún motivo Unamuno se alteró mucho y Aragón intentó calmarlo. 16) Que en cierto momento el joven percibió un olor a quemado, cuando de pronto don Miguel se desmayó y se desplomó hacia ade­ lante sobre la mesa. 17) Que Aragón lo sujetó y logró de algún modo llevarlo al sofá. Fue entonces cuando se dio cuenta que una de las zapatillas de don Miguel echaba humo. 18) Que cuando llegó sor Auxiliar de la Facultad de Derecho. Es muy raro que todo un rector, con el prestigio de que gozaba, se comportara de esa manera tan burda con un profesor recién llegado. Según cuenta Rudd, al expresar Aragón la buena impresión que le causó la Italia de Mussolini, Unamuno le dijo: «No querrá Vd. negar que Mussolini es un vulgar asesino». A lo que contestó Aragón con firmeza: «Si eso es así, noso­ tros necesitamos en España un vulgar asesino tan pronto como sea posible» (M. Th. Rudd, o. c ., en n. 11, p. 309). En 1986, el propio Aragón relataba así su primer encuentro con Unamuno: «Conocí a don Miguel un buen día en que asistí al claustro de profesores. Yo impartía clases como auxiliar de la Facultad de Dere­ cho y tardé unos días en presentarme al rector. En esa reunión me encontré, pues, con Unamuno. Por decirlo llanamente, le caí muy bien a don Miguel. Era un per­ sonaje difícil, a quien le gustaba que le llevasen la contraria. Ese día que nos vimos por primera vez, discutimos mucho. Acababa yo de regresar de Italia, donde había estado becado, y don Miguel tenía opiniones muy distintas respecto a las mías de ese país. Recuerdo que echó pestes de Mussolini» (Pérez M ateos, «Yo vi morir a Unamuno. Bartolomé Aragón, testigo único», ABC literario [27-12-19861: XXIV).

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