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840 ANTONIO HEREDIA SORIANO Otra fuente inmediata es la de don José María Ramos Loscertales, ex rector de la Universidad, decano de la Facultad de Filosofía y Letras, catedrático de Historia. Este profesor, según sus palabras, recogió «emocionada y limpiamente» el testimonio de un Aragón estremecido, aún azogado por la impresión, pero testimonio directo, inmediato y tan caliente casi como el cuerpo recién muerto de Unamuno; lo redac­ tó a los pocos días del entierro y lo publicó como prólogo, en 1937, en un ensayo del propio Aragón sobre economía corporativa 6. Pero estos relatos, por la ’misma inmediatez del hecho y la magnitud de la figura de Unamuno, que reclamaba para sí toda la atención, son muy parcos en noticias sobre su joven y último visitante. No obstante, dicho prólogo contiene algo más. Aparte el dato de la decadencia física de don Miguel, visible, según el autor, «hacía ya un año»7, y de las pala­ bras esenciales que se pronunciaron en aquella conversación, se afir­ ma de Aragón por boca de Unamuno que ya lo había visitado antes vestido «con la camisa azul», y que aquel mozo era, en palabras del 6 B. A r a g ó n , Síntesis de economía corporativa. Prólogo de R a m o s L o s c e r t a ­ le s , «Cuando Miguel de Unamuno murió«. Salamanca: Librería «La Facultad», 1937, pp. 13-16. 7 También El Adelanto decía el 1-1-1937 que Unamuno estaba «algo delicado desde hace bastante tiempo». En cambio La Gaceta afirmaba que «ninguna dolencia hacía presentir el rápido desenlace» (cf. n. 5). Su hija Felisa, en 1964, a una pregun­ ta del periodista Juan Delgado sobre si la familia notó algún síntoma que denuncia­ ra una inmediata o próxima muerte de su padre, contestó en presencia de su her­ mano Rafael: «El día 15 de mayo de 1936, al cumplirse el 2.° aniversario de la muerte de nuestra madre, fuimos al cementerio y al salir, ya fuera del recinto, al montar en el coche —¡no se me olvida!— se echó a llorar y nos dijo: ‘Pronto vendréis a verme a mí’. Parece como si él no se sintiese ya muy bien y hubiera tenido esa rara impresión al contemplar la tumba de nuestra madre. Unido todo ello, claro está, a la lesión de arterioesclerosis que padecía, precipitadas sus conse­ cuencias por todos los disgustos que sufrió en los últimos meses de su vida» (El Adelanto, Salamanca, 29-9-1964, p. 4 del folleto conmemorativo). El mismo Una­ muno fue dejando caer en sus cartas de 1936 breves frases sobre su estado de salud. Véanse las cartas de 15 y 23 de abril. En las de 10 de junio llega a escribir: «Mi salud no es la que era aunque no me impide hacer mi vida ordinaria y trabajar. He pasado quince días encamado con un fuerte ataque de reuma, aunque en la cama leía y escribía y hasta despachaba lo del rectorado. Mis asuntos familiares —cinco de mis ocho hijos corren todavía a mi cuenta— me ocupan y preocupan mucho. Me siento ya ¡al cabo! envejecer y el cuidado de dejar en regla mis cosas antes de tener que irme de este mundo» (Miguel d e U n a m u n o : o. c . en n. 3, p. 348).

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