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BARTOLOMÉ ARAGÓN: ÚLTIMO INTERLOCUTOR DE UNAMUNO 871 se respiraba en el ambiente de la España pre-bélica... Había procla­ mado bien alto que era preciso salvar en el aquí y ahora de enton­ ces la civilización occidental y cristiana 67. Pero sin descoyuntar jus­ ticia y libertad, que era en su opinión lo que había de peligroso en ese concepto de Estado Nuevo que se estaba imponiendo en Italia, Alemania, Portugal y España en ciernes, pero también en la Rusia soviética 68. Tenía miedo que ese Estado-ídolo traído por todos los anti-liberales, fueran de derecha, de izquierda o de centro, sacrifica­ se ante su altar el hombre interior, la libertad, cometiendo injusticia mayor que la que se pretendía evitar... 69. Aquel Unamuno de barba blanca y cabellera blanca revuelta que tuvo a bien recibirlo aquella última tarde del año no se rin­ dió a partido alguno. Asumió como un auténtico profeta bíblico la misión de dejar a España «acrecentada, mejorada, exaltada en las conciencias de los españoles venideros — y de los que sin serlo la conozcan— sintiéndola no ya fuera, sino contra la disciplina de 67 No era el único que levantaba en Europa la voz en este sentido. Cf. A. H er e - d ia , «Alain Guy y Salamanca», Naturaleza y Gracia, Salamanca, XL/1(1993): 82; I d ., «Alain Guy (1918-1998). Hispanista filósofo», Revista de Hispanismo Filosófico, Madrid (1999): 63, n. 4. 68 M. d e U n a m u n o , «Acerca de la censura», en República española..., o. c. en n. 55, pp. 364-366. Véase también p. 425; I d .: OC, I. Madrid: Escelicer, 1966, pp. 723- 725; I d ., Carta a Quintín de Torre (l-XII-1936), en U n a m u n o , Epistolario..., o. c. en n. 3, PP- 351, 353; «Hombre, más que pueblo, más que nación», había dejado escrito en junio del 35 (I d ., OC, I, p. 722); I d ., El resentimiento..., o. c. en n. 46, p. 39. 69 «Lo que más desconsuela —escribía en julio de 1933— es no hallar campo para las ideas eternas de justicia y humanidad» (Unamuno, OC, VII, o. c. en n. 2, p 1129). Más adelante remachaba: «Queríamos creer que las heridas que la libertad hace es la libertad misma la que las cura» ( ibid., p. 1016). «Tenemos que librarnos — y libertarnos— de facciosos de derecha, de izquierda y de centro, de invento­ res de dogmas, de falsificadores de la Historia, de inquisidores y de definidores» (ibid., p. 1020). «¿Qué? ¿Qué dice usted, amigo? — escribe en 1934— . ¿Que a qué partido, secta, escuela, hermandad o círculo pertenezco? Al de ir haciendo que cada uno de ellos vaya a entender su propio entendimiento, y no es poco» (ibid., p. 1031). «Y no me pregunte usted ahora, amigo mío, qué partido tomo. No tomo partido, que ni he sido ni seré hombre de partido» (ibid., p. 1056). «Usted sabe —decía en otra ocasión— que huyo como de la peste de que se me quiera clasifi­ car» (ibid., p. 1139).

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