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BARTOLOMÉ ARAGÓN: ÚLTIMO INTERLOCUTOR DE UNAMUNO 839 Miguel, daban ciertos detalles de sus últimos momentos y dos únicas notas sobre B. Aragón: el primero, que era «profesor auxiliar de la Facultad de Derecho»; el segundo, que era un «amigo» del finado 5. 5 En letra destacada anunciaba La Gaceta: «Ayer falleció don Miguel de Unamu- no. Su muerte fue repentina. Mediada la tarde de ayer —proseguía en letra normal—, circuló por Salamanca el rumor de que don Miguel de Unamuno había fallecido. Inme­ diatamente procuramos comprobar la triste noticia, la que nos fue confirmada. Según parece, don Miguel de Unamuno venía haciendo en el día de ayer su vida normal, y hacia las seis de la tarde falleció repentinamente, sin que pudiera ser auxiliado por la Ciencia, pues, ninguna dolencia hacía presentir el rápido desenlace. Inmediatamente acudieron al edificio del señor Unamuno numerosos amigos, alumnos y universitarios, que testimoniaron a sus hijos sus condolencias. La Gaceta Regional hace presente a los hijos de don Miguel de Unamuno su más sentido pésame». Después de una breve biografía, en la que se dice escuetamente, entre otras cosas, que «hace unos dos meses cesó en su cargo de Rector, por haberle retirado el claustro universitario, por unanimidad, su confianza», se abre un epígrafe con este título: «Algunos detalles de sus últimos momentos». Se trata del primer documento público que da cuenta de las circunstancias en que se produjo la muerte de Unamu­ no, así como de la presencia y actuación de B. Aragón. Dice lo siguiente: «Poco antes de morir el señor Unamuno, recibió la visita del profesor auxiliar de la Facul­ tad de Derecho, señor Aragón, al que manifestó al preguntarle por su salud, que se encontraba perfectamente y como nunca de bien. Sentados frente a frente en la camilla que don Miguel ocupaba, llevaba éste como era corriente en él, el peso de la conversación, que versaba, por cierto, sobre el porvenir de España, máxima preo­ cupación de don Miguel de Unamuno en estos últimos tiempos. «De pronto, el señor Unamuno inclinó la cabeza y se puso intensamente pálido, comenzando a salir humo del brasero, circunstancia a la que atribuyó el señor Ara­ gón el repentino mareo, que tal creía fuera el que había hecho perder el sentido al ilustre pensador. Se levantó a retirarlo y vio que se quemaba una de las babuchas de don Miguel y advirtió al mismo tiempo la verdad de una desgracia irreparable, avisando a la familia, que acudió con la ansiedad natural, procurando los auxilios de la Ciencia y de la Religión para el ilustre catedrático». El Adelanto anunciaba en letra destacada: «Don Miguel de Unamuno y Jugo fallece repentinamente». Y añadía en letra normal: «En las primeras horas de la noche de ayer, circuló por nuestra ciudad el rumor del fallecimiento del ex-Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno y Jugo. Momentos después comprobamos la noticia con todo género de detalles. «El señor Unamuno, aunque algo delicado desde hace bastante tiempo, venía haciendo la vida normal. Ayer se levantó a las diez y media, y pasó la mañana leyén­ dole narraciones infantiles a su nieto Miguelín. A las cuatro y cuarto de la tarde, el señor Unamuno recibió la visita de un amigo, con el que estaba charlando en su despacho cuando sintió un desvanecimiento repentino. Momentos más tarde, expi­ raba rodeado de sus familiares».

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