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850 ANTONIO HEREDIA SORIANO Así pues, a la altura de 1963, mucho e interesante añadió Rudd a lo ya sabido sobre las circunstancias de la muerte de Unamuno y sobre su último interlocutor. Pero junto a datos seguros o más o menos verosímiles, la autora norteamericana incluyó otros que no lo son tanto, o al menos no pueden gozar de plena credibilidad; e inclu­ so los hay abiertamente erróneos. Señalemos los que deben ser corregidos o matizados. Más adelante quedarán rectificados en forma: 1) La fecha de llegada de Aragón a Salamanca para incorporarse a la Escuela de Comercio no fue ‘a finales de 1934’ sino en septiembre de 1935. 2) No vino, como se dice, ‘para enseñar Comercio’ sin más, sino Legislación M ercantil C om parada . 3) Dicha Escuela no tenía rango universitario, como supone la autora. 4) Aragón no ocupó en la Universidad la Cátedra de Derecho Civil, sino que, nombrado en diciembre del 35 profesor auxiliar de la Facultad de Derecho, se le encargó la Cátedra de E con om ía Política. 5) La Universidad no pudo llamar aquel diciembre a Aragón para examinar, aunque pudo hacerlo la Escuela. 6) Aquella su última tarde, Unamuno estaba en su camilla calentándose en un brasero de cisco y no en una estufa eléctrica. 7) El Prólogo de Ramos Loscertales vio la luz por primera vez en el libro de Aragón y no en un periódico de Salamanca 31. 8) No hay fundamento para decir que Unamuno tenía previsto publicar un libro titulado De mis san ta s c am p a ñ a s 52. 9) Es posible, como dice la autora, que Aragón, completamente asustado, dejase Sala- doña Pilar, tanto más que el joven Aragón fue enviado por el médico a una farmacia a buscar una medicina. Señal de que el facultativo vio todavía con vida a don Miguel. Si lo segundo, es claro que Unamuno murió exclusivamente delante de Aragón, al instan­ te de perder su conciencia. Y es lógico que siempre creyera que había muerto entre sus brazos, pues fue el primero que lo recogió para llevarlo al sofá. 31 La Gaceta Regional, periódico de Salamanca, reprodujo íntegro el prólogo el 31 de diciembre de 1937. Y el mismo periódico declara que lo toma del libro de Aragón. 32 Este error es más grave, pues sobre ese supuesto proyecto de libro, De mis santas campañas, monta la autora la hipótesis gratuita del miedo que pudo tener Franco a la publicación de dicha obra. El error consistió sencillamente en que Rudd o se equivocó al leer o creyó que «compaña», palabra que leyó en textos de Mario Puccini (cf. La Gaceta Regional, Salamanca, 31-XII-1937, p. 4) o en artículos del propio Unamuno (Mis santas compañas) era una palabra errónea, por lo que la cambió por «campaña», que sonaba más a español. Sea de ello lo que fuere, el hecho es que alteró consciente o inconscientemente el término original. Cf. R u d d , o . c . en n. 11, pp. 309, 312.

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