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BARTOLOMÉ ARAGÓN: ÚLTIMO INTERLOCUTOR DE UNAMUNO 849 momento Aurelia oyó desde la cocina gritar a Unamuno. Salió al jar­ dín para ver qué ocurría, pero viendo a don Miguel charlando normal­ mente, volvió a su trabajo. 5) Que fue entonces cuando ‘Aragón vio a mi padre caerse hacia adelante — son ahora palabras de Felisa— y dio aviso. Cuando regresé —sigue diciendo Felisa— tenían a mi padre en el sofá. Estaba muerto’. 6) Que María y doña Pilar oyeron a Aragón pedir auxilio y, ayudadas por él, colocaron a don Miguel, ya incons­ ciente, en el sofá29. 7) Que doña Pilar, amiga íntima de doña Concha, la mujer de don Miguel, se llevó la cabeza de éste hacia sí, y en sus brazos dio el último suspiro»30. ocurrir sobre las 17.30. «Hacia las 6 de la tarde», informó La Gaceta Regional el 1.° de enero de 1937. Es de notar también la disparidad de opiniones sobre la hora de llega­ da de Aragón a la casa de Unamuno. Según El Adelanto (1-1-37), habría sido a las 16.15; según Obregón, «después del almuerzo» (2-1-38), dato que especifica después diciendo que fue a las 16 horas (1-1-63 y 10-1-83). Ya sabemos cómo Ramos Loscerta- les y Aragón hablan de las 16.30. Como se ve, nada firme puede establecerse a este respecto. Lo más probable es que la visita comenzara sobre las 16.30 y el fallecimien­ to se produjera entre las 5.30 y las 6 de la tarde. Sin embargo, para más confusión, el médico que certificó la muerte de don Miguel estampa en su documento que fue a las 16 horas, dato que recoge también el A cta d e D efunción. Pero esta hora no puede ser tenida en consideración, pues la muerte se habría producido (si es que se toma como referencia la hora de visita que da Obregón) en el mismo momento en que Ara­ gón llegó a la casa, sin tiempo de intercambiar palabra con don Miguel. ¿Cómo, pues, certificó el médico esa hora del fallecimiento, a todas luces imposible? Sencillamente, para que el entierro pudiera tener lugar legalmente dentro de las veinticuatro horas siguientes al óbito, como así ocurrió. De haber certificado la hora real de la muerte, habría que haber aplazado el enterramiento al 2 de enero, pues dada la época inver­ nal, la noche se hubiera echado encima. Esta consideración se la debo a don E. Villa­ lobos Mier, hijo del amigo íntimo de Unamuno, Dr. Filiberto Villalobos, ex ministro de la República. Le quedo por ello muy agradecido. 29 Nótese que Aragón no habla en su testimonio de la presencia de estas muje­ res en esos momentos críticos. Pero su silencio en este punto no es contradictorio con el testimonio de doña Pilar. Ella y María pudieron estar allí ayudando, sin que por eso Bartolomé, más fuerte que ellas, dejase de sujetar a Unamuno y llevarlo al sofá. Sus nervios y el probable desconocimiento de aquellas mujeres le hizo poste­ riormente omitirlas. 30 Aquí hay abierta contradicción entre los dos testimonios, pues mientras don Bartolomé, desde el principio hasta el final, mantuvo de palabra y por escrito que Una­ muno murió en sus brazos, Doña Pilar dijo a la autora norteamericana que fue en los suyos. ¿Es posible concordar ambos testimonios? Creo que sí con la condición de dis­ tinguir entre el «último suspiro» (muerte física) y el «último acto consciente» (entrar en coma). Si lo primero, es posible que Unamuno diera su último suspiro en brazos de

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