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BARTOLOMÉ ARAGÓN: ÚLTIMO INTERLOCUTOR DE UNAMUNO 847 «Y [como en el emocionante episodio de aquel monje Jerónimo, cantor y músico, que narra el extraordinario escritor que fue el P. Sigüenza, y que él gustaba recordar] ‘con la última palabra dio el último suspiro’ de cara a Dios, a España y a Falange que lo veía, doloridamente, [morir] entre sus brazos y que alzó sobre ellos, con un movimiento espontáneo y juvenil, sus restos, para llevarlos a la casa de Dios y hacerlos descansar en el puerto de los ojos de la com­ pañera de su vida y en el hogar del Padre»22. Hasta aquí lo que B. Aragón contó a la autora y el testimonio que dio de lo sucedido a periodistas y a Ramos Loscertales. Todo ello debe ser admitido como cosa cierta, salvo pequeños detalles. La convergencia en puntos muy concretos con otros testimonios de primera hora, entre ellos los de la hija de Unamuno, Felisa, y el de don Esteban Madruga, aseguran la veracidad del conjunto y la fidelidad de la transmisión 23. Por otro lado, el prólogo de Ramos Loscertales, por su proximidad a los hechos y por la per­ sonalidad de su autor, ha gozado siempre de la máxima autori­ dad. Así lo ha reconocido un unamonólogo tan acreditado como 22 Lo que está entre paréntesis no consta en el texto inglés. 23 La hija de Unamuno, Felisa, en 1964, a una pregunta del periodista Juan Delgado sobre cómo se enteró de la muerte de su padre, contestó en presencia de su hermano Rafael: «Ninguno de los dos estábamos en casa. Sólo estaba María. Bar­ tolomé Aragón estaba hablando con nuestro padre, sentados junto a la camilla, leyéndole un libro que había escrito, cuando vio que nuestro padre se había caído sobre la camilla. Entonces llamó a María, que estaba en otra habitación, y compro­ baron que había muerto. Nosotros nos enteramos poco después, a medida que íba­ mos regresando a casa» (El Adelanto, Salamanca, 29-9-1964, p. 4 del folleto conme­ morativo). Por su parte, don Esteban Madruga, que había sido vicerrector con Unamuno desde abril de 1931 (cf. E. S a lc e d o , o . c . en n. 15, p. 382) hasta octubre de 1936, en que fue designado Rector, entregó una nota a El Adelanto en septiem­ bre de 1964, en que decía entre otras cosas: «Desde aquella fecha [nombramiento como vicerrector] trabajamos juntos y unidos en pro de la Universidad, como verda­ deros amigos y compañeros, y nuestra amistad no tuvo eclipse, ni fricción alguna, hasta su muerte, a la que no estuve presente por verdadera casualidad, ya que había estado tomando café conmigo el único testigo presencial, don Bartolomé Aragón, y quería que le acompañase para enseñar a don Miguel el folleto que iba a publicar sobre Corporativismo, y como en aquel momento tenía que asistir al entierro de la madre del magistral, doctor Albarrán, le dejé en la puerta de la casa de don Miguel y cuando volví había ocurrido el fallecimiento» ( El Adelanto, Salamanca, 29-9-1964, p. 3 del folleto conmemorativo).

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