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LA ESCLAVITUD EN EL MUNDO ANTIGUO 823 Siguiendo su comentario, san Gregorio será totalmente clarifi­ cador. «Los únicos esclavos del hombre son los irracionales»ll6. La libertad del hombre no es medible ni equiparable a ninguna otra razón humana, está por encima de ellas y es fuente de sentido para el resto de la vida. El romper este derecho natural supone perder el horizonte de sentido en el que se tiene que mover el ser humano. En el momento que se ha producido esta ruptura, la esclavitud apa­ rece como un elemento cotidiano, aunque no por ello vergonzante y carente de sentido. Esta manera de comportarse del hombre es una auténtica arro­ gancia ante Dios; está cerca de la postura del ángel caído, que quie­ re ocupar el lugar reservado para Dios. En toda la retórica propia de un sermón el Niseno deja totalmente clara su postura. La conde­ na tan exhaustiva y meditada de la práctica de la esclavitud debía estar marcada por una realidad social ante la que él no estaba de acuerdo y a la que intentaba poner remedio, aun a sabiendas que esto le podía crear enemistad y distanciamiento con algunos de los miembros de su iglesia. De esta manera, el papel de verdadero tes­ tigo se antepone a la gloria y beneficio personal, luchando por unos derechos que él considera totalmente incuestionables. «“He comprado esclavos y esclavas”. ¿A qué precio, dime, por tu vida? ¿Qué has hallado entre los seres que valga tanto como esta naturaleza? ¿Por qué cantidad de calderillas estimaste la razón? ¿En cuántos óbolos calculaste la imagen de Dios? ¿Por cuántos estáteres te llevaste la naturaleza que fue hecha por Dios? “Haga­ mos — dijo Dios— al hombre a nuestra semejanza” (Gn 1, 26). Ahora bien, ¿quién es, dime, el que compra, quién es el que vende al que es a imagen de Dios, al que debe imperar sobre toda la tierra, al que recibió de Dios como herencia el dominio de todo, lo que hay sobre la tierra? Poder parejo sólo a Dios compete, y aun estoy por decir que ni a Dios siquiera. “Y es así que, como factus est ut esset terrae dominus, et quem ut imperaret constituit Creator, eum subigis iugo servitutis, tanquam divino praecepto resistens et repugnans. Oblitusne es quinam sunt termini tuae potestatis; nempe quod hue usque tuum definitum sit imperium, ut praesis brutis animantibus? Imperent enim, inquit, volucribus et piscibus et quadrupe- dibus»: G regorio de N isa , Expositio in Ecclesiastem, hom. 4 (P G 44, 663). 116 Ibid.

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