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TRINIDAD Y EUCARISTÍA EN EL AÑO JUBILAR 737 Dios con nosotros, porque detrás de todo hombre y de toda mujer ‘ necesitados’ está Él, el Hijo del hombre (Mt 25, 31-46), que ha hecho suya nuestra ‘naturaleza humana’, o sea, lo que es el ser humano en cualquiera de las razas en que se expresa y retrata. Esta identificación del Hijo de Dios con todo hombre, que es el princi pio de la salvación, lo pone de relieve un hermoso texto del Conci lio Vaticano II: «El Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22). El papa Juan Pablo II, en la bula Incarnationis mysterium, afirma que «el tiempo jubilar nos introduce en el recio lenguaje que la pedagogía divina de la salvación usa para impulsar al hom bre a la conversión y la penitencia, principio y camino de su reha bilitación y condición para recuperar lo que con sus solas fuerzas no podría alcanzar: la amistad con Dios, su gracia y la vida sobre natural, la única en la que pueden resolverse las aspiraciones más profundas del corazón humano» (n. 2). La renovación de la vida cristiana pasa por la conversión que nos hace romper con un esti lo de vida, con actitudes y comportamientos no conformes con el Evangelio. La conversión a los valores del Reino de Dios entraña siempre, y en la medida en que es auténtica, desgarraduras pro fundas. Por eso la invitación a la conversión, desde los profetas, pasando por el Bautista, hasta el mismo Jesús es un lenguaje duro, incómodo, a veces insoportable, contra el que se revuelven las entrañas infectas de egoísmo, diversas formas de materialismo y hedonismo. Pero lo cierto es que no hay, ni puede haber, renova ción de la vida cristiana sin el dolor de la penitencia, que es expre sión de arrepentimiento y conversión. El Año jubilar, desde su primera edición en 1300 9, es una lla mada a la conversión y un ofrecimiento incondicional de gracia de parte de Dios; es el año del gran perdón, de la misericordia que se 9 Cf. A. G a lu zzi , «L o s años santos en la historia de la Iglesia», en AA.W., Tertio m illennio adveniente. Comentario teológico-pastoral. Consejo de Presidencia del Gran Jubileo del Año 2000, Sígueme, Salamanca 1995, 73-108; P. M illefio r in i , SI, «II
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