PS_NyG_2000v047n002p0731_0777

TRINIDAD Y EUCARISTÍA EN EL AÑO JUBILAR 735 minante de la historia, están circulando por ahí y se propagan a tra­ vés de cauces mediáticos muy poderosos; por eso es tan importante y necesario resaltar la significación simbólica del cambio de mile­ nio, la conmemoración del año 2000 como el bimilenario del Naci­ miento de Cristo. A la vista de esta situación, el Papa, con la ener­ gía y convencimiento que le caracterizan, nos viene recordando, desde el comienzo de su pontificado, el significado cristológico del año 2000 6. Algunos han calificado de obsesión milenarista estas lla­ madas de Juan Pablo II a toda la Iglesia para celebrar con gratitud y alegría la conmemoración de los dos mil años del Nacimiento de nuestro Señor. Tales reproches hacen el juego a los que, en su inten­ to de borrar la memoria de Cristo del calendario, quisieran que el paso del milenio fuera lo más sigiloso posible, casi de puntillas, para que nadie se pregunte qué acontecimiento o quién está en el ori­ gen de esa fecha mágica, el 2000. Pero esto es imposible, porque Cristo es el centro y salvador del tiempo y de la historia: «en Jesu­ cristo, Verbo encarnado , el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno» (TMA 10). Por encima de todo, el año 2000 es el gran memorial de Cristo, del nacimiento del Verbo de Dios como hombre para salvar a los hombres. Porque éste es el asombroso acontecimiento que conme­ mora el Gran Jubileo: que el Dios eterno haya entrado en nuestra historia, se haya hecho temporal, haya participado de nuestra cadu­ cidad hasta saborear la muerte; que el Dios infinito se haya tornado finito, pequeño, infante; que el Dios por quien todo fue hecho, los mundos incontables de galaxias desconocidas, los espacios inmensos como las partículas invisibles, este Dios viene a nuestro mundo en pobreza, en lágrimas, casi furtivamente, en la noche, rechazado; a este Dios sin el cual nada se hizo de cuanto ha sido hecho cuando decide visitarnos, una visita que es nuestra salvación, se le cierran 6 Al comienzo de su primera encíclica (programática) Redemptor hominis, escribe J uan P ablo II: «Este tiempo, en el que... Dios me ha confiado por misterioso designio el servicio universal vinculado con la Cátedra de San Pedro en Roma, está ya muy cercano al año 2000... Para la Iglesia, para el Pueblo de Dios... aquel año será el año de un gran jubileo... Nos hará recordar y renovar de manera particular la conciencia de la verdad-clave de la fe, expresada por san Juan al principio del Evan­ gelio: ‘Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros’» (n. 1).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz